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EL CUADRO (2019)

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LOS ENIGMAS DE "LAS MENINAS"


PAÍS: España (2019)
DIRECCIÓN: Andrés Sanz
AÑO Y LUGAR DE NACIMIENTO DEL DIRECTOR: 1969, Madrid (España)
INTÉRPRETES: Eusebio Poncela, Jonathan Brown, Manuela Mena, Francisco Calvo-Serraller, Javier Portús, Eve Sussman, Keith Christiansen, Michael Gallagher, Svetlana Alpers, Fernando Marías, Enrique Quintana, Félix de Azúa, José Manuel Cruz Valdovinos, Rocío Dávila y Maite Dávila, Carmen Garrido, Valentín J. Alejándrez, Matías Díaz Padrón, Jaime García Máiquez, Antonio López
GUIONISTA: Andrés Sanz
FOTOGRAFÍA: Javier Ruiz Gómez
MÚSICA: Santiago Rapallo
GÉNERO: Documental
PRODUCCIÓN: Mare Films, RTVE, Telemadrid, ICAA, Comunidad de Madrid
DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: Super 8 Distribución
DURACIÓN: 107 minutos



SINOPSIS:
El CUADRO es un documental de misterio sobre Las Meninas de Velázquez, la obra de arte con más interpretaciones de la historia. Una película que juega a convertir al espectador en detective y guiarle por el laberinto de pistas que conducen a descifrar sus secretos.
 (Fuente de la sinopsis, el cartel y las imágenes: Super 8 Distribución)
 (Fuentes de la información de la película: Filmaffinity, Super 8 Distribución, IMDb)


CRÍTICA:
En el siglo XVII el pintor Diego Velázquez pintó uno de los cuadros más enigmáticos, y que más de 300 años después sigue siendo analizado en profundidad, con visiones diferentes de muchos detalles, que hacen que sea una obra de arte especial, y que director de cine y licenciado en Bellas Artes Andrés Sanz dedica su primer largometraje a este cuadro, con declaraciones muy interesantes y aportando puntos de vista diferentes sobre los asuntos planteados. Este proyecto se presentó hace unas semanas en la sección Doc. España de la pasada edición de la Seminci, en donde recibió una mención especial del jurado de la sección, y está dividido en capítulos diferenciados claramente, que nos llevan a través de ese cuadro que se puede ver en el Museo del Padro de Madrid.


El largometraje aporta datos importantes por parte de expertos en la materia, tanto españoles como extranjeros, para crear unos enigmas que hacen de este documental un proyecto que es fácil de recomendar, y que debería de proyectarse en institutos y sobre todo en facultades de la historia del arte. Es dinámico y sus casi dos horas de duración se pasan en un suspiro y, siendo un documental que mezcla imágenes y detalles de "Las Meninas" y declaraciones interesantes de expertos, tiene mucho de ficción por su carácter enigmático. Se añaden secuencias de animación con miniaturas, para complementar algunas explicaciones de los historiadores, empleando maquetas y muñecos para producir un mundo paralelo de animación en stop-motion, haciendo que cobren vida los personajes pintados por Velázquez.


El documental está introducido por el actor Eusebio Poncela, y entre otros expertos destacan el historiador Jonathan Brown; los conservadores del Museo del Prado Manuela Mena, Javier Portús y Matías Díaz Padrón; el historiador del arte Fernando Marías; el académico Félix de Azúa; el crítico Francisco Calvo Serraller y los expertos del Metropolitan Museum de Nueva York Keith Christiansen y Michael Gallagher o el pintor Antonio López, entre otros muchos.
Un proyecto que recomiendo a todo tipo de público, ya sean los más jóvenes o los neófitos en la materia y a los que quieran conocer algo más sobre una de las obras de arte más especiales.



LO MEJOR: Ser dinámica, tener un carácter educativo y de gran interés cultural.
LO PEOR: Algunos debates y asuntos son complejos y difíciles de entender para un neófito en la materia.


ENTREVISTA AL DIRECTOR:
¿De dónde surge la idea de hacer una película sobre Las Meninas?
Las Meninas es una pintura que siempre me ha fascinado. Forma parte de nuestro ADN cultural, porque es una obra que la mayoría conocemos desde la infancia y que algunos sentimos como algo íntimo, uno de nuestros primeros recuerdos asociados con una visita a un museo. Ese elemento nostálgico es clave y lo compartimos muchas generaciones que amamos este cuadro. Es además una imagen fascinante, porque contiene en sí misma tantos elementos contradictorios y ambiguos que, a partir de de esa primera impresión infantil, vas añadiendo capas y capas de significado a medida que creces y aumenta tu bagaje cultural, de modo que nunca terminas de agotarla. 
Durante el bachillerato di con el libro ‘La Magia de Las Meninas’, de Ángel del Campo, que me dejó pasmado con todo ese complejo análisis geométrico y simbólico, donde decía haber encontrado horóscopos, constelaciones y mensajes ocultos en su composición. 
Pero luego lees a otros autores que dicen que todo eso no está en el cuadro y que es un puro invento. Es muy divertido... Todo ese juego de si lo ves o no lo ves, si es real o es solo imaginación, hace que Las Meninas sea un cuadro increíble. Sin embargo, nunca se me pasó por la cabeza hacer una película. Ahí intervino el azar. El origen del proyecto surge de una cadena imprevisible de coincidencias.

¿Qué sucedió?
La chispa que dio origen al proyecto fue una exposición celebrada en el Museo del Prado en 2013: ‘La familia de Felipe IV’, comisariada por Javier Portús, que presentaba prácticamente toda la obra de la última década de Velázquez (1650-1659), la misma época en que pintó Las Meninas (1656). Fue una de las mejores exposiciones de pintura que jamás he tenido la suerte de visitar, un latigazo de energía: Velázquez es alucinante. 
Yo había estudiado Bellas Artes, quería ser pintor, pero luego mis intereses se dirigieron hacia el cine. Allí, con esos cuadros, fue como reencontrar una vieja pasión. Al término de la visita me di cuenta de que, además, detrás de toda esa galería de retratos de Corte, había todo una historia familiar fascinante, un drama digno de Shakespeare.

¿Fue difícil poner en marcha el proyecto?
Al día siguiente de ver la exposición le propuse el proyecto al productor Antonio Gómez-Olea, que además es pintor y un gran enamorado de Las Meninas, e inmediatamente comenzamos a buscar la financiación necesaria para la producción. Tardamos casi tres años en reunir el mínimo necesario para arrancar. Fue decisiva la participación de las televisiones, TELEMADRID y TVE. Al final, han sido más de cinco años embarcados en esta aventura.


¿Inicialmente era un proyecto de documental para la televisión o una película para cines?
Desde el principio tuve muy claro que debía ser una película que se saliese del formato clásico del documental de arte para televisión. No me interesaba repetir el manoseado modelo del “documental sobre obra maestra de la pintura”, con una ampulosa voz en off o un presentador famoso que nos va guiando por toda la película. 
Suele ser un modo de organizar la narración y de imponer un punto de vista muy académico y conservador, donde se insiste mucho en los lugares comunes del genio, de la obra maestra, de lo maravilloso que es el arte, etc. También suelen aparecer expertos hablando en palacios, jardines, salas de museos, delante de las obras de arte, aludiendo a lo increíble que es todo aquello. Muy informativo, pero dramáticamente muy flojo. Yo quería emocionar.

¿Cuál fue tu enfoque, entonces, para EL CUADRO?
Todo el mundo está de acuerdo en que Las Meninas es un cuadro repleto de enigmas, o al menos así parece sugerirse, ya que ha dado lugar a un sinfín de interpretaciones. Así que el género al que debía acudir no era el del documental de arte, sino el de la película de misterio, de detectives. Pero, claro, ¿cómo construir un thriller sin ‘ficcionarlo’ todo?¿Hasta dónde podía manipular el formato documental?

¿No te planteaste escribir una ficción?
No quería hacer una ficción, sino un documental, donde la base de la que partimos y donde nos situamos es el mundo real. El cuadro de Las Meninas es un objeto real. La película trata de ese objeto, que obsesiona a tanta gente. Y estas personas que hablan en la película, son todos ellos también personajes fascinantes, además de los mayores expertos en Velázquez que uno puede encontrar. 
Pero son sus opiniones sobre ese mismo objeto, el cuadro, las que conforman una narración, una “ficción”, ya que en muchos casos son versiones alternativas o simplemente contradictorias. Es como en la película Rashomon de Akira Kurosawa, donde varios testigos del mismo acontecimiento cuentan una versión diferente del mismo.

¿Por eso aparecen en una sala de interrogatorios?
La idea era plantear un juego metacinematográfico y teatral, donde los especialistas, los ‘testigos’, aparecen en una sala de interrogatorios con el fin de esclarecer un crimen. ¿Cuál? El cuadro, por supuesto. El lugar del crimen sería la habitación y el criminal tendría que ser revelado al final ¿Es el pintor? ¿El rey? ¿El espectador?


La habitación que mencionas, ¿te refieres a la que aparece representada en el cuadro o a la habitación donde está colgado Las Meninas?
Podrían ser ambas… Cada vez menos gente recuerda que hasta finales de la década de los 70 del siglo pasado, existió una sala especial en el Museo del Prado donde solo se exponían Las Meninas. Tengo un recuerdo muy misterioso, nocturno, cuando tenía unos 6 años, de asomarme por la puerta de una galería y ver Las Meninas en una habitación muy oscura, abarrotada de gente que eran solo manchas, el cuadro iluminado por una lámpara y enfrente un espejo fantasmal donde la gente se miraba y se veía reflejada junto al cuadro. Yo no entendía nada de aquel juego del espejo, y todo me parecía como salido de un truco de magia. Nadie entonces supo explicarme para qué demonios servía aquel espejo. Y claro, todo eso dejó en mi imaginación infantil una huella imborrable. Es una experiencia que tuve la suerte de vivir y que comparto con muchísima gente que vio Las Meninas de aquel modo, en su juventud o en su infancia.

¿Qué estaba pasando en esa habitación? ¿Esa es la pregunta que la película quiere plantearnos?
Esa habitación pequeña y con el espejo era el escenario perfecto para la puesta en escena de un crimen, y de un misterio. Además, me parecía bonito rememorar aquella instalación para los que la conocieron, y presentarla a la gran mayoría de espectadores que nunca vieron el cuadro de esa manera, porque era algo muy especial. Lo que sucede en esa habitación, la de dentro del cuadro y la de fuera del cuadro, es el misterio alrededor del cual gira toda la película.

¿Por qué había un espejo en esa sala?
Era un juego sencillo pero potencialmente muy sugerente. Hoy en día se podría ver como una instalación artística conceptual o como simplemente una ocurrencia. Recuerdo que el guía recomendaba dar la espalda al cuadro para observar tu reflejo en el espejo, que estaba colocado en la pared opuesta. De ese modo, también aparecíamos reflejados espectadores y personajes de Las Meninas, como si todos formáramos parte del mismo espacio o realidad. Por un momento, parecíamos haber entrado en el cuadro y posábamos junto a sus protagonistas. Pero el reflejo también podía sugerir que los personajes habían salido de la pintura y eran tan reales como nosotros. A mucha gente todo eso le parecía una estupidez, decían que el cuadro no lo necesitaba, y con el tiempo terminaron sacando a Las Meninas de esa habitación y colgándolo en la sala XII, junto al resto de sus grandes cuadros. Aunque allí pierde ese carácter íntimo, dentro de esa sala tan inmensa. 



EL CUADRO plantea un juego con el espectador, un juego de espejos que tu película parece querer sugerir con la puesta en escena de las entrevistas.
El juego del reflejo es muy obvio. En Las Meninas el pintor se ha representado también allí dentro, pintando un cuadro que no vemos. El pintor mira hacia fuera, al espectador. El resto de personajes dan la espalda al pintor y también nos miran. Además, hay una pareja reflejada en un espejo pintado al fondo de la habitación. Tendrían que estar colocados fuera del cuadro, en el espacio donde se encuentra el espectador. ¿Son a ellos a quienes miran todos los personajes? ¿Los está retratando el pintor? ¿Dónde están? Eso me dio la pista para construir la película también como un juego de reflejos, donde yo mismo me introduciría en mi propia película para desentrañar el misterio. La idea era jugar con el espacio off, como hace Velázquez. Al sentar a los narradores en una mesa de interrogatorios y al colocar la cámara justo delante de ellos, ¿a quién se dirigen los interrogados? ¿Al interrogador? ¿Al director? ¿Al espectador de la película? ¿A sí mismos?


En EL CUADRO la mayoría de los entrevistados son historiadores. ¿Por qué no aparecen otro tipo de profesionales y tan solo aparecen dos artistas?
Si soy un detective y quiero conocer lo que pasó, ¿a quién voy a citar? A los que más pueden saber sobre el caso. Comparten la misma fascinación o interés por el cuadro y tienen mucha información que además desean compartir. No fue difícil en absoluto hablar con ellos, porque a todos les apasionaba hablar de arte y de Velázquez. Me consta que algunos hicieron un verdadero esfuerzo, no exento de sacrificios, por aparecer en la película y dejar su testimonio para la posteridad. Al final, acumulé unas 60 horas de entrevistas. Fue muy difícil seleccionar y montar todo ese material. Hay decenas de temas e intervenciones maravillosas que obviamente no podían estar en la película o terminaríamos con un monstruo de más de seis horas.


Ya habías trabajado antes con Santiago Rapallo en la videoinstalación JARDIN INFINITO, un encargo del Museo del Prado para la exposición del quinto centenario de El Bosco. ¿Cómo fue el proceso de trabajo con Rapallo para la película?
Santiago Rapallo ha creado una música espectacular, repleta de guiños al thriller de misterio, al drama histórico y a los orígenes del cine. Creo que tanto Santiago como yo hemos disfrutado mucho del proceso, porque se ha podido establecer mejor un diálogo creativo. En JARDÍN INFINITO la música se compuso una vez se había terminado la pieza de vídeo. Pero en EL CUADRO, la música se fue componiendo a la vez que yo iba montando la película. Santiago me iba mandando temas que había imaginado para ciertas secuencias, y luego yo terminaba colocándolos en otro sitio, dándoles un sentido inesperado a lo pretendido inicialmente. O viceversa: Yo le pedía cierta composición que encajase en el ritmo de cierta escena y me enviaba algo sorprendente, que me inspiraba a rehacerla de nuevo. Desde mis primeros cortometrajes he trabajado siempre sin diálogo, solo con imágenes, y mis montajes incorporan un ritmo musical que surge de un modo inconsciente y que creo que facilita la composición porque la base rítmica visual ya es “musical”.


¿Cómo fue la entrevista con Antonio López? Su intervención es característicamente distinta a las demás.
Porque es el único que habla desde la experiencia real de pintar un cuadro. Solo un pintor, uno de los mejores, alguien que conoce lo duro que es enfrentarse a un lienzo en blanco y crear una obra como la de Velázquez puede transmitirlo al espectador. Antonio López apoyó desde el principio este proyecto, lo cual es todo un lujo. Afortunadamente vino y nos deleitó con su generosidad y su inteligencia. Su discurso se sale de la investigación del misterio per se. Por eso está colocado en el centro mismo de la película, en su corazón, porque es donde hay que colocar el secreto íntimo del cuadro. En el fondo, solo son borrones y manchas sobre una tela. Ahí es nada.


¿Cómo surge la idea de usar miniaturas y animación stop motion para representar los personas de Las Meninas y su época histórica?
Otra de las convenciones del documental sobre arte es el de las recreaciones históricas o teatralización de personajes y sucesos con actores y decorados. Un documental que trate sobre un acontecimiento previo a la invención de la fotografía o el cine está limitado a mostrar solo pinturas, dibujos y grabados como fuentes visuales a no ser que utilice recreaciones con actores. Y esas escenas con disfraces me resultan a veces un poco burdas y con el tiempo te arriesgas a que den risa. Por eso me planteé dar un paso más allá: ¿por qué no utilizar maquetas y muñecos en vez de actores y decorados? Las miniaturas se acercan conceptualmente al mundo artesanal de la pintura y de las escenas pintadas en los cuadros. El muñeco, el puppet, es un elemento menos intrusivo que un actor real. El espectador se ve menos forzado a creer que mi Velázquez se tenga que parecer al real porque lo que está viendo es solo un muñeco, un juego, un simulacro.


La producción de stop motion con sus altos costes, parece una propuesta muy arriesgada para un documental, ¿cómo te planteaste la producción y el rodaje de la animación?
Tuvimos que condensar el rodaje del stop motion en dos meses y medio. Eso implicaba rodar tres escenas al día mínimo, y en tomas únicas. Tenía que salir bien a la primera sí o sí. Era como volver a una época pre-digital cuando solo tenías tres latas de película para rodarlo todo. Intentamos conseguir un resultado digno y sugerente, y meterle muchas horas a la iluminación de las escenas con el director de fotografía, Javier Ruiz, para que no desentonara con las obras maestras de la pintura que íbamos a mostrar en la película. La fotografía de Javier es increíble, el nivel de detalle, su valentía para experimentar creativamente y arriesgarse en cada escena. Hubo que reducir a la mitad el número de planos por falta de tiempo, pero era fundamental reunir un mínimo de material para construir el mundo de EL CUADRO.


Es particularmente interesante el tratamiento de la luz en las miniaturas.
Nuestra referencia siempre han sido esos genios de la animación y del arte con mayúsculas que son los Hermanos Quay. Intentamos acercarnos a su modo de sugerir un espacio mágico con un mínimo de movimiento, solo utilizando cambios de luz, que nos facilitara una producción más ágil y rodar un mayor número de planos. Todos estábamos haciendo aquello por primera vez. Ricardo Sánchez Cuerda y Juan José González Ferrero nunca habían creado maquetas para animación, porque ellos trabajan principalmente en grandes producciones teatrales y operísticas. Era su primera película. Las artistas Rebeca Sánchez e Isabel Rivas nunca habían realizado antes muñecos ni vestuario para miniaturas. Para todos fue un salto al vacío sin paracaídas. Reconozco que tuve mucha suerte con este pequeñísimo equipo de gente de enorme talento que, pese a todas las dificultades y limitaciones, dieron lo mejor de sí mismos y crearon magia. Todo tuvo un componente manual, experimental y muy creativo que podría haber salido fatal porque no había margen de error posible. Fue sin duda intenso y agotador.


¿Cuántas maquetas se construyeron?
Más de veinte. Para la película se reconstruyó la sala representada en Las Meninas, el denominado Cuarto bajo del Príncipe, que eran las estancias que pertenecieron al difunto príncipe Baltasar Carlos, y que en la época en que se pintó el cuadro estaban vacías. También se hizo una minuciosa reconstrucción del despacho del Rey Felipe IV, donde se colgaron Las Meninas después de su creación. Además de una maqueta construida toda en papel que fabricó Ricardo de la vista del Alcázar Real desde la orilla opuesta del Manzanares, con el skyline de Madrid, y también varias salas y galerías del desaparecido Alcázar. Muy importante fue la recreación de la antigua sala XV del Museo del Prado, donde se exponían Las Meninas con el espejo. Se construyeron dos maquetas, mis favoritas de toda la serie. Y no olvidemos la maqueta de la habitación del armario, que forma parte de un sueño que tiene lugar dentro de la película.


¿Te refieres a la secuencia donde aparece el actor Eusebio Poncela?
Es una escena con la que arranca la película y que tiene una razón fundamental: era necesario ensamblar todo este material diverso -maquetas, muñecos, gente real hablando del cuadro, documentos históricos, archivos de televisión- y darle a todo una coherencia dentro de la estructura de la “investigación detectivesca”. De aquí surge la idea del sueño.


¿Un sueño que tuviste sobre Las Meninas?
He tenido efectivamente un sueño recurrente durante años sobre una habitación donde yo entraba y un hombre me indicaba que mirase dentro de un armario. Y miraba por el ojo de la cerradura y dentro veía otra habitación en miniatura, con gente minúscula que vivían en el armario. La habitación era la vieja sala de Las Meninas del Museo del Prado. ¡La del espejo! Tardé mucho tiempo en decidirme sobre si incluir este sueño en la película o no, pero definitivamente tenía que ver con mi particular obsesión por el cuadro.


¿Por qué elegiste a Eusebio Poncela?
Poncela es uno de los últimos actores icónicos que nos quedan en el cine español. Después de la generación de Paco Rabal o Fernando Fernán Gómez, ya quedan muy pocos actores que posean carisma cinematográfico. Yo quería a un actor de cine identificable para la escena. No quería un desconocido, alguien del mundo “real”. Necesitaba que el sueño fuese una escena de una posible película, que fuese ficción, y necesitaba a un personaje de cine. Poncela funciona maravillosamente.


¿Fue difícil encontrar la documentación y material histórico que aparece en la película?
Lo creas o no, fue muy laborioso y difícil buscar imágenes históricas de Las Meninas. Pese a ser un cuadro tan famoso, nuestro país no ha tenido los recursos ni la estructura de producción documental que hubo en otros como Francia, Reino Unido o Estados Unidos, donde encuentras montañas de material histórico rodado en el siglo pasado. Aquí contamos con el NoDo y poco más. Los documentalistas Oscar de Julián y Gonzalo Hervás fueron encontrando joyitas con mucha paciencia, algunas fotos maravillosas, y luego tuvimos la fortuna de que en plena postproducción en 2019, al coincidir con el bicentenario del Museo del Prado, saliesen a la luz numerosos archivos documentales del museo que hasta entonces eran desconocidos o con mucha mejor resolución.


¿Hay una intención de no mostrar a nadie hablando en las salas del Museo frente a Las Meninas?
Ese fue mi planteamiento desde el principio, pero no creo que eches en falta ninguna imagen de Las Meninas en EL CUADRO. Los conservadores y especialistas del Museo del Prado han participado y han apoyado esta película con enorme entusiasmo y generosidad. Desde el principio, he contado con el asesoramiento de Javier Portús, el conservador de pintura española del siglo XVII, que ha soportado con infinita paciencia mis innumerables preguntas y visitas a su despacho del Casón del Buen Retiro. Mención aparte, hemos tenido el privilegio de contar con dos figuras cumbre de la historiografía del arte, la conservadora Manuela Mena, también del Prado, y el profesor Jonathan Brown, de la Universidad de Nueva York, el mayor especialista en Velázquez. Dos expertos que han mantenido una dura rivalidad durante décadas y que se “reencuentran” en esta película para exponer sus visiones antagónicas, o complementarias, según como se mire.


EL CUADRO está dedicado al crítico e historiador Francisco Calvo Serraller.
La película estaba ya montada y estábamos terminando los efectos y la parte de gráficos y color, cuando nos enteramos por sorpresa de que el profesor Calvo Serraller había fallecido. No exagero si digo que su intervención había sido un regalo para la película. Para mi sorpresa durante su entrevista, sin preguntarle específicamente por ello, Calvo Serraller desarrolló ideas que a mí me interesaban muchísimo, como el paso del tiempo, la memoria y la muerte…. y claro, luego entendí porqué había puesto tanto énfasis y de un modo tan emotivo en aquellos temas. Decidimos dedicarle la película. Es lo menos que podíamos hacer, ya que lamentablemente no podrá verla. Estoy convencido de que le habría gustado.


¿Hay solución al misterio de Las Meninas?
Creo que el espectador tiene la palabra. EL CUADRO es mi modesta contribución a esta investigación sin fin.
 (Fuente del texto de la entrevista: Dossier de prensa-Super 8 Distribución)


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