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SINÓNIMOS (2019)

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DE ISRAEL A PARÍS


PAÍSES: Francia-Israel-Alemania (2019)
TÍTULO ORIGINAL: Synonymes
DIRECCIÓN: Nadav Lapid
FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO DEL DIRECTOR: 8 de Abril de 1975, Tel-Aviv (Israel)
INTÉRPRETES: Tom Mercier, Quentin Dolmaire, Louise Chevillotte, Uria Hayik, Olivier Loustau, Yehuda Almagor, Gaya Von Schwarze, Gal Amitai, Idan Ashkenazi, Dolev Ohana, Liron Baranes, Erwan Ribard, Yawen Ribard, Iman Amara-Korba, Sébastien Robinet, Damien Carlet, Ron Bitterman, Naor Nachmani, Yahalom David, Herut Cohen
GUIONISTAS: Nadav Lapid, Haim Lapid
FOTOGRAFÍA: Shai Goldman
GÉNERO: Drama
PRODUCCIÓN: SBS Films, Arte France Cinéma, Pie Films, L'Aide aux Cinémas du Monde, Centre National du Cinéma et de l'Image Animée, Institut Français, WDR / Arte, Filmförderungsanstalt, Komplizen Film
DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: La Aventura Audiovisual
DURACIÓN: 123 minutos
PREMIOS:5 premios, incluyendo dos en el Festival de Berlín y uno en el de Sevilla de 2019




SINOPSIS:
Con una puesta en escena enérgica y corporal, y una visión implacable sobre la violencia estatal israelí, Lapid (La profesora de parvulario) se llevó de calle el Oso de Oro en la Berlinale. Y es que esta historia (autobiográfica) de muerte y resurrección no da puntada sin hilo. Nada más llegar a París, Yoav se queda literalmente desnudo, sin posesiones ni identidad. Renace así de cero, renegando del Israel y del hebreo, y establece una intrincada y sensual relación con sus benefactores Émile (Quentin Dolmaire, A Violent Desire for Joy) y su novia Caroline (Louise Chevillotte, Amante por un día). 
Premio a la Mejor Dirección en el Festival de Sevilla 2019 «por su energía, su búsqueda de nuevas posibilidades en el lenguaje cinematográfico y un cruce muy original entre identidad lingüística y personal».
 (Fuente de la sinopsis, el cartel y las imágenes: La Aventura Audiovisual)
 (Fuentes de la información de la película: Filmaffinity, La Aventura Audiovisual, IMDb)


CRÍTICA:
El cineasta israelí Nadav Lapid logró su reconocimiento internacional con esta película, su quinto largometraje de ficción, que se presentó en el Festival de Berlín de 2019, hace justo un año, y que fue premiado por partida doble, con el Oso de oro a la mejor película y con el Fipresci de la crítica especializada. En nuestro país se estrenó en el Festival del cine europeo de Sevilla, en donde ganó el premio a la mejor dirección.
Hasta la fecha no he conectado con los trabajos anteriores del director, al menos con los dos que he podido ver, y me ha vuelto a suceder lo mismo con su nuevo proyecto, que hay que reconocer que intenta huir de cualquier convencionalismo, tanto a nivel formal como narrativo, en una crítica a la sociedad moderna, y en especial en dos frentes, a su país con el que siempre ha sido incisivo, y al intento de cerrar fronteras por parte de algunos países, y lo hace presentando a un personaje que llega a París procedente de Israel y que pretende despojarse de todas sus ataduras anteriores. 




La propuesta es confusa y recuerda en algunos tramos a algunos títulos del cine francés clásico, en concreto a películas de la Nouvelle Vague, y es la típica película de extremos que cuenta muchas cosas con pocas palabras, pero que es bastante irregular, con un gran arranque y un primer tercio que es lo más interesante del proyecto, pero que va de más a menos, y que me aburrió durante la segunda mitad, sin interesarme los pasos del protagonista y de las personas con las que se relaciona en su estancia en Francia. Tiene varias escenas potentes que funciona de manera aislada, pero que en conjunto la película va navegando entre diferentes géneros, manteniendo el tono enigmático, o al menos eso pretende, entre el drama social, el romántico y el suspense por su aura de misterio sobre el pasado, el presente y el futuro de los personajes. No me convence la dirección de Navid Lapid, que tiene una filmación que pretende ser original, y aplaudo ese intento, pero lo que consigue es sacarme de su visionado en esos enfoques a ningún sitio y ese cambio de ritmo en el movimiento de la cámara. 






Por contra sí me parece defendible el trabajo en la dirección de fotografía de Shai Goldman, que juega muy bien con la luz natural y artificial y que nos regala algunas bellas estampas de la ciudad a orillas del Sena. 
El guion escrito por el director y su padre Haim Lapid tampoco me convence, dejando cosas en el aire que deberían haber estado mejor explicadas. 
Soy partidario de no contar todo de manera directa y de películas sin finales cerrados, pero otra cosa es lo de este proyecto que no comprendí a partir de la primera media hora.
A nivel interpretativo destaca el debutante Tom Mercier, en el papel de Yoav, ese joven recién llegado a París, y que está creíble en un papel nada fácil, estando bien en diferentes registros interpretativos. También me parece destacado el trabajo de Louise Chevillotte, que interpreta a Caroline, y no tanto el de Quentin Dolmaire como Emile.
Película recomendable a los que buscan un cine poco convencional, en donde no te cuentan las cosas de manera directa, sino que tienes que ir construyendo tu propia historia siguiendo al protagonista en su recorrido por la capital francesa.


Por contra sí me parece defendible el trabajo en la dirección de fotografía de Shai Goldman, que juega muy bien con la luz natural y artificial y que nos regala algunas bellas estampas de la ciudad a orillas del Sena. 
El guion escrito por el director y su padre Haim Lapid tampoco me convence, dejando cosas en el aire que deberían haber estado mejor explicadas. 
Soy partidario de no contar todo de manera directa y de películas sin finales cerrados, pero otra cosa es lo de este proyecto que no comprendí a partir de la primera media hora.
A nivel interpretativo destaca el debutante Tom Mercier, en el papel de Yoav, ese joven recién llegado a París, y que está creíble en un papel nada fácil, estando bien en diferentes registros interpretativos. También me parece destacado el trabajo de Louise Chevillotte, que interpreta a Caroline, y no tanto el de Quentin Dolmaire como Emile.
Película recomendable a los que buscan un cine poco convencional, en donde no te cuentan las cosas de manera directa, sino que tienes que ir construyendo tu propia historia siguiendo al protagonista en su recorrido por la capital francesa.


Por contra sí me parece defendible el trabajo en la dirección de fotografía de Shai Goldman, que juega muy bien con la luz natural y artificial y que nos regala algunas bellas estampas de la ciudad a orillas del Sena. 
El guion escrito por el director y su padre Haim Lapid tampoco me convence, dejando cosas en el aire que deberían haber estado mejor explicadas. 
Soy partidario de no contar todo de manera directa y de películas sin finales cerrados, pero otra cosa es lo de este proyecto que no comprendí a partir de la primera media hora.
A nivel interpretativo destaca el debutante Tom Mercier, en el papel de Yoav, ese joven recién llegado a París, y que está creíble en un papel nada fácil, estando bien en diferentes registros interpretativos. También me parece destacado el trabajo de Louise Chevillotte, que interpreta a Caroline, y no tanto el de Quentin Dolmaire como Emile.
Película recomendable a los que buscan un cine poco convencional, en donde no te cuentan las cosas de manera directa, sino que tienes que ir construyendo tu propia historia siguiendo al protagonista en su recorrido por la capital francesa.


LO MEJOR: El arranque y su riesgo formal y argumental.
LO PEOR: No conecté con la historia ni con los personajes. Tarda en arrancar.

CRÍTICAS EN BLOGS ESPECIALIZADOS:

José Antonio Alarcón en Séptimo Escenario

Pedro de Frutos en El Ónfalos

Pedro de Frutos en Coveralia

Alberto Tovar en Demasiado Cine

Alain Garrido en Cinema Ad Hoc


Miguel Martín en Nos Hacemos un cine en Orión

Sergio Casteleiro en MacGuffin007




PODCASTS:





DÍAS DE CINE:

ENTREVISTA AL DIRECTOR:
Sinónimos se inspiró en su estancia en París a principios de la década de los 2000. ¿Qué puede contarnos sobre ese momento de su vida?Dieciocho meses después de completar mi servicio militar, comencé a estudiar filosofía en la universidad de Tel Aviv. Escribía sobre deportes en una publicación semanal y también comencé a escribir historias cortas. En ese momento, el cine no me interesaba especialmente, y mi vida en general era hermosa. Pero un día, como si hubiera escuchado una voz de la nada, como Juana de Arco o Abraham, me di cuenta de que tenía que abandonar Israel. Vete en este momento, inmediatamente y para siempre. Desarraigarme del país, huir, salvarme de un destino israelí. Diez días después, aterricé en el aeropuerto Charles-de-Gaulle. Elegí Francia por mi admiración por Napoleón, mi pasión por Zidane y un par de películas de Godard que había visto dos meses antes. Hablaba un francés básico, no tenía permiso ni visa, y no conocía a nadie. Pero estaba decidido a no volver atrás. Decidido a vivir y morir en París. Me negué a hablar hebreo. Corté todos los lazos con los israelíes. Me dediqué por completo a la lectura obsesiva de un diccionario de francés y a algunos trabajos extraños para salir adelante. Viví en la pobreza y la soledad. Conté cada centavo. Comía la misma comida todos los días, la más simple y barata que se me ocurría. Un día hice un amigo, un amigo francés, el mejor amigo que he tenido. Se desarrolló un fuerte vínculo entre nosotros, a pesar de y quizás por la disparidad social, cultural y mental entre nosotros. A mis ojos, él era el mejor francés, a quien quería asemejarme con todo mi corazón, mientras que también quería, con mi megalomanía napoleónica y adolescente, superarlo y someterlo.
Fue en ese momento que descubrió el cine y la cinefilia.
Sí,gracias a mi amigo y a París, llegué a ver el cine como algo esencial, absolutamente vital. Él me enseñó lo que era un plano, una escena y un plano secuencia. Me enseñó que el cine puede ser un tema de pensamiento y debate. Me mostró que lo único tan hermoso como una película hermosa es la capacidad de hablar sobre la película, diseccionarla y escribir sobre ella. Además de eso, la vida en París era difícil, especialmente a nivel mental. Pobreza, monotonía, marginalidad. Mis fantasías francesas se alejaron aún más, incluso cuando mi francés se volvió cada vez más refinado. Al final, decidí postularme a La Femis, una escuela que imaginé como una puerta de entrada al cine, a Francia y al cine francés. Fui rechazado en la última etapa del proceso de admisión. Mirando hacia atrás ahora, me doy cuenta de que no estaba suficientemente entrenado.
Fue entonces cuando una editorial israelí decidió lanzar una colección de mis cuentos. París me pareció un callejón sin salida. Con una sensación de derrota total, le di la espalda a Francia y regresé a Israel.


Sinónimos parece dialogar con sus películas anteriores: Yoav es el nombre del niño en La profesora de parvulario (2014), sus amigos Emile y Caroline tienen los mismos nombres que los protagonistas del corto Emile's Girlfriend (2006) y los rituales viriles, de masculinidad, son una extensión de los de Polícia en Israel (2011). ¿Ve cada película como parte de una sola obra de arte?
Incluso si no lo planifico de esa manera, claramente mis películas, tanto cortometrajes como largometrajes, forman un solo movimiento. Todos hablan las mismas frases con la misma música. Naturalmente, hay variaciones tácticas y matices que reflejan diferentes etapas de la vida: diferentes ángulos y perspectivas, temas observados a veces desde la izquierda, a veces desde la derecha. Casi sin saberlo, intuitivamente, elijo los mismos nombres una y otra vez. Y si es así, ¿por qué esconderlo? Si estas son las mismas personas, ¿por qué darles nombres diferentes?
La obsesión de Yoav de reprimir su pasado israelí y convertirse en francés se manifiesta principalmente a través del lenguaje. ¿Por qué?
Creo que el lenguaje es lo más intrínseco que tenemos que podemos cambiar. Es difícil cambiar nuestros cuerpos. El pasado no puede ser cambiado. El cuerpo de Yoav contiene su pasado. Contiene su naturaleza esencial, que desea decapitar. Me acuerdo de ese momento murmurando palabras en francés como una oración. El idioma francés fue mi redención. A medida que pasa el tiempo, Yoav se enfrenta a la desconexión entre su fantasía de identidad francesa y la vida real. Se da cuenta de que todo podría terminar como comenzó, en una puerta cerrada. Sus intentos de evitar ese abismo hacen que su lenguaje se vuelva cada vez más radical. Radical en el sentido de un apego desesperado a las palabras, sílabas, dicción y sonidos del francés. A esa oración francesa. Las palabras se vuelven más importantes que las oraciones o el contexto. Las palabras se rebelan contra su significado. Esta es, además, una etapa característica en un colapso.


En términos estéticos, las escenas callejeras y la cámara temblorosa que acompaña a Yoav, cambiando desde un punto de vista subjetivo a un punto de vista externo, expresan una desorientación con respecto a la realidad ...
Según lo expresado por el eslogan de los pintores expresionistas alemanes (pintar no el automóvil que pasa, sino la sensación que experimenta al pasar), mi película intenta no filmar vistas de París, sino sentimientos experimentados por Yoav o por mí mismo al caminar en la ciudad. La mirada de Yoav es la de la persona que no quiere ver. Al comienzo de la película, se niega a mirar hacia arriba para ver el Sena porque está buscando otro París auténtico, íntimo, no turístico. Está buscando la ciudad que siente o siente sin mirar, sin usar los ojos, cuando su cabeza está inclinada hacia la acera y su boca emite un flujo constante de sinónimos. ¿Cómo filmas una mirada que no mira a la ciudad? ¿O lo mira de manera diferente? Tengo la sensación de que Yoav quiere crear su propio París, esperando que algún día pueda pertenecer a él. También es un intento de mi parte para encontrar mi París, una ciudad que ha sido filmada por tantos cineastas franceses y extranjeros.
Los planos de los paseos de Yoav fueron filmados con una cámara pequeña, barata, casi primitiva y un pequeño equipo: actor, cámara, sonidista y yo mismo. Esa intimidad nos permitió sentir realmente las cosas. Quería que esos sentimientos, esos temblores, se sintieran también por el cuerpo de la persona que filmaba, yo o el cámara, así como por el cuerpo de la cámara misma. No hay razón para filmar a un hombre tembloroso de una manera cuadrada y estable. Por el contrario, debes temblar con él. Si, en esos momentos, el cine es también movimiento, coreografía, no hay razón para que la cámara no baile con ella.



La historia de Héctor y Aquiles en el asedio de Troya captura lo que está sucediendo dentro de la película. ¿Por qué usó esa historia?
Al identificarse con Héctor, incluso a los cuatro años, Yoav ya está en rebelión contra el ethos israelí, que no es solo un ethos de victoria, sino también de prohibición absoluta de la derrota. En Israel, todos fuimos criados de esa manera, y es algo en lo que todavía creemos. No tenemos derecho a perder, ni una sola vez. Francia, por ejemplo, ha perdido en varias ocasiones. Y todavía está aquí. Pero para nosotros, perder es sinónimo del fin. Por eso, identificarse con un perdedor es una revuelta contra la eterna sacralización de la victoria y la percepción mítica del vencedor como héroe. Algunas personas podrían estar inclinadas a vincular este tabú israelí, esta ansiedad profundamente arraigada sobre la posibilidad de la derrota, con la trágica experiencia judía, especialmente en el siglo XX. Yoav deliberadamente se pone del lado de los perdedores, pero Héctor no solo es golpeado por Aquiles, el hombre más fuerte. Héctor es golpeado por una heroína que es aún más aterradora que Aquiles: la muerte misma. La muerte, como Yoav entiende a los cuatro años, es más fuerte incluso que el heroísmo. Yoav ha llevado la muerte a la espalda desde esa edad. También creo que la elección inconsciente (o tal vez consciente) de Yoav de una referencia existencial extraída de la mitología griega en lugar de la biblia (la elección "natural" para un israelí), es la elección de un outsider.

Sinónimos ofrece una representación relativamente malhumorada de la burguesía francesa. Caroline y Emile, por ejemplo, forman una pareja bastante hastiada. Parecen querer ayudar a Yoav, pero de hecho aprovechan su presencia para darle más sabor a su relación.
Dentro del triángulo Yoav-Emile-Caroline se desarrolla una tensión delicada y frágil entre el interés personal, la explotación, la fascinación y el amor genuino del uno por el otro. Esta tensión también simboliza la relación afecto-rechazo entre Israel y Francia. El cuerpo de Yoav es también el teatro de una guerra entre los valores centrales israelíes y franceses. Está rodeado de personas que representan un lado u otro. Yaron y Emile, por ejemplo. Recuerdos pasados de un lado, imágenes actuales del otro. Yoav progresa entre su cuerpo israelí y sus palabras en francés. A ese respecto, no es casualidad que torture su cuerpo, que pelee contra su cuerpo.

Tom Mercier, quien interpreta a Yoav, es una verdadera revelación. ¿Cómo lo encontró? ¿Cómo lo preparó para el papel?
Tom estaba en la escuela de teatro cuando vino a una audición para Sinónimos. Las historias y leyendas que la gente cuenta sobre las audiciones cinematográficas casi se han convertido en clichés, pero la audición de Tom realmente fue una experiencia extraordinaria, totalmente inolvidable para mí y mi directora de casting, Orit Azulay. Incluso después de trabajar con miles de actores, quedó conmocionada. Cuando Tom salió de la sala, cancelamos el resto de las audiciones del día. Simplemente necesitábamos ir a tomar un café y pensar en lo que acabábamos de ver. No era necesariamente la calidad de su actuación, sino su presencia, una asombrosa combinación de total libertad y atención casi obsesiva a los detalles. Era una mezcla salvaje, brutal, violenta, sensible y volátil. Con un aspecto lúdico, vulnerable y carismático. Y una sexualidad que es imposible de clasificar o catalogar. La mezcla de todo lo que de hecho era el propio Tom. Por lo general, después de una audición, los actores tratan de contactar con el director o, por el contrario, mantienen distancias para protegerse. Cuando Tom hizo cosas extrañas, liberadas, salvajes, y en el momento en que terminó, simplemente dijo Shalom y se fue. Más allá de todas sus cualidades y talento, Tom es el actor más inmediato y genuino que he conocido. Él no es más que verdad. En cierta medida, pasó por el mismo proceso que yo cuando estaba en París a la misma edad.
Aprendió francés al sumergirse totalmente en el idioma. Se mudó a París y se separó completamente de Israel. Ahora, un año después del rodaje, todavía vive en Francia. Creo que su gran creatividad, su sinceridad e inventiva me inspiraron mucha vitalidad y libertad en el set. Me permitió girar hacia lo imprevisto, inesperado y salvaje. Avancé con mi  detallada y precisa planificación de los planos, y con la falta total de planificación que encarnaba Tom.

Ahora que la película está terminada, ¿siente que ha superado su neurosis, la fractura vinculada a su doble relación con Francia e Israel?
No puedo afirmarlo con ningún grado de certeza, pero supongo que compartir uno neurosis con los demás a través del arte es una forma de terapia.

 (Fuente del texto de la entrevista: Pressbook-La Aventura Audiovisual)


TRAILER:


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