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UN DIVÁN EN TÚNEZ (2019)

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¿POR QUÉ TODO ME PASA A MÍ?


PAÍSES: Francia-Túnez (2019)
TÍTULO ORIGINAL: Un divan á Tunis
DIRECCIÓN: Manele Labidi 

AÑO Y LUGAR DE NACIMIENTO DE LA DIRECTORA: 1982, Túnez
INTÉRPRETES: Golshifteh Farahani, Majd Mastoura, Hichem Yacoubi, Amen Arbi, Ramla Ayari, Feryel Chammari, Moncef Anjegui
GUIONISTA: Manele Labidi
FOTOGRAFÍA: Laurent Brunet
MÚSICA: Flemming Nordkrog
GÉNERO: Comedia
PRODUCCIÓN: Kazak Productions, Arte France Cinéma, Canal+, OCS, Cinéventure 4, Cofimage 30, Cinémage 3, Diaphana Films, MK2 Films
DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: Caramel Films
DURACIÓN: 88 minutos



SINOPSIS:
Después de estudiar durante varios años en Francia, Selma abre su propia consulta psiquiátrica en un popular suburbio de Túnez, justo después de que tenga lugar la revolución social y política de la Primavera árabe.
Allí tendrá que tratar con pacientes nuevos y adaptarse a los problemas ocasionados por sus diferencias culturales, reencontrándose con un pasado que creía haber dejado atrás.

 (Fuente de la sinopsis, el cartel y las imágenes: Caramel Films)
 (Fuentes de la información de la película: Filmaffinity, Caramel Films, IMDb, Wikipedia)


CRÍTICA:
La debutante Manele Labidi tira de su propia experiencia para adentrarse en la realidad actual de Túnez y para mostrarnos lo duro que es siempre volver a casa tras 25 años en París. Y lo hace justamente después de la Primavera Árabe y la caída del régimen de Ben Ali. La película formó parte de la Sección oficial en la última edición del Festival de Cine de Valladolid.
Esa nueva etapa que vive el país está fuertemente marcada por el devenir político de aquel año 2011 y se ha caracterizado por el movimiento de una revolución colectiva que ha sacado a luz la multitud de problemas que tiene en país: Como la preocupación que tienen los padres por futuro de sus hijos, los conflictos no resueltos con los padres, las dudas sobre la identidad de género o la rebeldía de una parte de la juventud.



Todas estas realidades están muy bien representadas en el personaje de Selma, una psicoanalista de 35 años que, después de vivir en París desde los 10 años, decide volver a su barrio y a la casa familiar para comenzar una nueva vida y abrir su propia consulta. Pero claro estamos ante una gente muy cerrada y su entorno considera que su labor no tendrá éxito. La joven no se rendirá y luchará por instalar su despacho en la azotea del inmueble.
Para la sorpresa de todos, su iniciativa es bien aceptada y pronto se encuentra con un gran número de clientes. Pero no todo es lo que ella espera, se encuentra con una larga lista de personas que esperan para ser escuchadas, recibir prescripciones de recetas o incluso para mantener relaciones sexuales. La película refleja bastante bien como los pacientes que acuden a ella empiezan a tomarse en serio sus problemas reales, después de una larga temporada, donde el único objetivo era poder sobrevivir.



La directora nos ha querido mostrar todo esto desde un punto de comedia amable, en todo momento se ha desvinculado del drama y no ha querido hacer una cinta de denuncia. Todo está contado desde un punto de vista femenino. Llama la atención muchas situaciones que tiene que sufrir la protagonista, como la nefasta burocracia que impide un ejercicio administrativo ágil y eficiente y también el rechazo de muchas personas que creen que, por venir de Francia, no conocen el funcionamiento del país y la consideran inferior a los demás.
La película es entretenida, nos muestra la convivencia entre pasado y presente en una sociedad en la que tradición y modernidad todavía chocan, pero no les queda más remedio que tirar para adelante. La interpretación de Golshifteh Farahani es parte fundamental de la película. Tiene unas miradas, unos gestos y muecas bastante llamativas, porque en ningún momento da crédito a todo lo que está viendo y le está sucediendo. Merece la pena su visionado.
Puntuación: 6/10


LO MEJOR: La interpretación y las caras de la protagonista
LO PEOR: Algunos personajes que no dan mucho juego a la historia.
(Crítica escrita por Christopher Laso)

ENTREVISTA A LA DIRECTORA:
ARAB BLUES es tu primer largometraje. Antes, habías trabajado en otras áreas. ¿Qué te impulsó a hacer esta película?
El cine siempre ha formado parte de mi vida. Las imágenes, los actores, las historias y la energía que hay en una sala de cine siempre han tenido un efecto casi místico en mí. Pero la idea de hacer una carrera en el cine surgió más tarde. Crecí en una familia modesta de inmigrantes tunecinos, muy alejados del mundo del cine y de la cultura en general. Cuando era joven, elegir una carrera artística representaba una transgresión considerable que fui incapaz de hacer. Así que estudié carreras "más seguras" como ciencias políticas y economía, y conseguí un trabajo fantástico en un gran banco. Una vez que taché esas cosas en mi lista de objetivos y tras haber disipado la ansiedad e inseguridad en el plano económico, sentí un gran vacío. Empecé a escribir otra vez y recuperé textos antiguos y esquemas de guiones en los que había trabajado durante mis estudios. Sentí la necesidad imperiosa de hacer cine. Lo dejé todo y empecé de cero. (Aunque más tarde me di cuenta de que nunca empiezas de cero; todas las experiencias son útiles en algún momento). Empecé a estudiar cine de forma autodidacta. Me sumergí en cientos de libros, contacté con personas que estaban conectadas de manera directa o remota con el cine, probé cosas con mi pequeña cámara; Y escribí muchísimo. Descubrí el trabajo de los actores a través de la actriz francesa Isabelle Carré, a quien tuve la suerte de ayudar durante unos meses cuando dirigía una obra que yo había adaptado para el teatro. Fue una revelación. Comprendí que dirigir actores sería la parte fundamental de mi trabajo.


¿Cuál fue la génesis de este proyecto?
Este proyecto fue fruto de dos acontecimientos relativamente separados. El primero se remonta a unos años atrás, cuando le dije a mi madre que me estaba psicoanalizando. Una vez que superamos las explicaciones, me encontré lidiando con una mujer que se sentía traicionada. ¿Cómo me atrevía a contárselo todo a un extraño? ¿Deconstruir mi pasado, mi educación, hablar sobre ella y nuestra familia, y encima pagar mucho dinero por hacerlo? ¡A ese precio, mi madre se ofreció para ser mi psiquiatra! El segundo acontecimiento fue un punto de inflexión muy importante: la revolución tunecina de 2011 y el impacto que tuvo en los tunecinos que conocí varios meses después. Túnez siempre me ha parecido un magnífico escenario cinematográfico, con sus paisajes, la luz y la complejidad de sus habitantes. Están en la encrucijada de dos culturas, árabemusulmana y mediterránea. Sabía que mi primera película se desarrollaría en Túnez, un lugar importante en mi propia historia, y esta película es una declaración de amor a la tierra natal de mis padres. Tu película muestra una sociedad tunecina en plena efervescencia que atraviesa cambios culturales, económicos y sociales de gran envergadura. ¿Por qué era importante que la historia se desarrollara después de ese cambio histórico? Después de la revolución, el país se volvió "locuaz" de repente, tras décadas de dictadura. Comprar una barra de pan podía llevarte dos horas por la necesidad irreprimible del panadero de expresarse, contarme sus penas y frustraciones pasadas y darme su opinión sobre el rumbo que debía tomar el país. Las palabras salían a borbotones como respuesta a preguntas sobre el futuro del país, la inminente crisis económica y el espectro del extremismo islámico. Comprendí que la revolución había tenido un gran impacto en la psique de la población. La abrupta caída de la dictadura había sumido al país en el caos y la incertidumbre, provocando estados de ansiedad y depresión en algunas personas. Los meses que siguieron a la revolución me recordaron los primeros meses de mi psicoterapia. Estás perdido, tienes que reconstruirte, lo cuestionas todo. Después, las cosas empiezan a encajar poco a poco. De ahí surgió la idea de una psicoterapeuta franco-tunecina que escucha con la distancia de un extraño, pero con la motivación de alguien que ha venido a aportar su grano de arena a la reconstrucción de su país de origen. En tu película no hablas del choque Oriente/Occidente. ¿Por qué no? La psicoterapia y el psicoanálisis siguen siendo marginales y de difícil acceso en Túnez, pero no creo que se deba solo a una profunda resistencia religiosa o cultural. Esos son factores, pero desconfío de las teorías esencialistas sobre el mundo árabe-musulmán. La resistencia a estas disciplinas también se produce en el mundo occidental. No tenía ganas de coger el camino más fácil, él de "un extranjero que viene a predicar la buena nueva a una población ingenua y sin educación". La realidad no es así. La demanda de psicoterapia ha aumentado entre las clases medias y altas desde la revolución, por lo que decantarse por el cliché de una psiquiatra occidentalizada enfrentada a una población atrasada habría sido trivial e injusto. Quería centrarme en el plan osado de una mujer joven que abre una consulta en un país en crisis, sumido en una reconstrucción social, política, económica y administrativa. Este tipo de temas suelen tratarse con un sesgo dramático.


¿La comedia te permitió abordarlos de forma más directa?
De hecho, los acontecimientos de las últimas décadas nos han reducido al terrorismo, al islamismo, a las figuras masculinas represivas y a las figuras femeninas oprimidas. Quería utilizar las herramientas de la comedia para romper ese patrón y plantear una visión diferente. La comedia nos permite tratar temas serios implícitamente de una manera elegante y más distante. Eso me dio mucha libertad. Además, el humor es una parte inseparable de la cultura tunecina. No habría sido fiel a la energía que desprende el país si no lo hubiera tratado en la película.


¿Te atrae la comedia como género? ¿Alguna película te ha influenciado en particular a la hora de hacer ARAB BLUES?
Me encanta el género de la comedia. Es muy exigente, tanto a la hora de escribir como en los tiempos. De hecho, el ritmo se parece mucho a una partitura musical. También es difícil de dirigir. Quería que la dirección fuera sutil para que las situaciones y los actores pudieran sobresalir. Las comedias italianas de los años 60 y 70 fueron una referencia importante, ya que abordan temas sociales y políticos a través de la lente del humor y la sátira. Comedias como 'Le Pigeon', 'Matrimonio a la italiana' y 'El bueno, el feo y el malo' desprenden una histeria, una vitalidad, una osadía que se mezclan siempre con poesía y humanidad. Me impactaron muchísimo y fueron una especie de puente metafórico que me acercaba a mi cultura árabe-mediterránea. La elección de la música de 'Arab Blues' fue totalmente deliberada, sobre todo la cantante Mina que abre y cierra la película.


El personaje de Selma es bastante atípico. Se siente una extraña en su país y su familia; no se ajusta a lo que se espera de ella. ¿Te inspiraste en tu propia experiencia o en las experiencias de los que te rodean?
Selma es atípica incluso si la sacas del contexto tunecino. Quería crear un personaje tipo cowboy: es taciturna, solitaria, misterioso, masculina. No cree que tener una pareja o una familia sea su salvación. Pero tampoco quería convertirla en un símbolo de la mujer árabe liberada. Ella se siente cómoda con lo que ha elegido. Con un cigarrillo colgando de los labios, no se disculpa por ser quién es. Sus actos, sus elecciones vitales y su sinceridad son sus puntos fuertes. La liberaron. Y, aunque la película trata sobre psicoterapia, no intenté "analizar" a Selma. Conocemos algunos detalles sobre su pasado, las razones más profundas por las que vino a Túnez, sus relaciones con los hombres y su familia, pero no hay revelaciones que lo expliquen todo. Quiero que el espectador se proyecte libremente en esta mujer, como los pacientes se proyectan en su terapeuta. Y por último, quería utilizar el personaje de Selma para explorar mi propia relación ambigua con este país, cuyo idioma hablo con fluidez pero del que a veces me siento muy alejada e incluso en desacuerdo. Mis elecciones profesionales y personales, que se salen de los marcos tradicionales, han confirmado la imagen que mi familia tunecina siempre ha tenido de mí: soy una mujer rara; incluso loca, a ojos de algunos. Quería contar esa historia desde dentro, a través de mi propia lente bicultural francotunecina.


¿Cómo se implicó Golshifteh Farahani en el proyecto? ¿Y cómo fue trabajar con ella?
La palabra clave para elegir el reparto de la película era "sobresalir", lo que significa que queríamos reunir a una amplia variedad de personajes muy cinematográficos que iluminaran la pantalla con su presencia. Además de su estilo de interpretación tan sutil, tenía muchas ganas de trabajar con ella. Tiene una presencia cinematográfica excepcional. Cuando ella está en la pantalla, sucede algo extraño. Es difícil de explicar, pero para mí es una especie de magia. La naturaleza taciturna de Selma exigía este nivel de carisma y capacidad de fascinación. La propia vida de Golshifteh también encajaba con el papel, ya que se parece en muchos aspectos con la de mi personaje. De hecho, ella abordó el papel de manera muy instintiva y emocional. Trabajar con una actriz de este talento en mi primera película ha sido un verdadero regalo. Ella tiene una gran sensibilidad a la hora de actuar, con las situaciones, con sus compañeros, lo que la convierte en una verdadera aliada en el plató.


La película presenta una galería de personajes bastante extravagantes. ¿Cómo los creaste?
Quería filmar Túnez y, en particular, las clases medias, las que están verdaderamente atrapadas entre la modernidad y la tradición. Las clases más pobres solo intentan sobrevivir y las clases altas están en su mayor parte occidentalizadas. El conflicto que me interesaba, y en el que tengo experiencia, es él de las clases medias endeudadas que suelen comportarse de forma muy hipócrita en temas como la sexualidad y la religión. El tema de la religión se trata como un subtexto en la película. Es un elemento estructural en las vidas de mis personajes, pero no es el eje central de la historia. Es una película de ficción, no un documental. Está claro que tiene una base de realismo, y mis personajes son híbridos de personas reales y ficticias. Quería evitar a toda costa la sociología simplista: el padre machista y autoritario; la pobre mujer oprimida. Quería zarandear los estereotipos con un joven imán de mente abierta, una madre que es una verdadera guardiana del templo, un padre obsesionado por el éxito de su hija en la escuela, un policía incorruptible, el personaje de Raouf que está confundido sobre su género a pesar de su exagerado machismo mediterráneo. La película no es dogmática, no estoy enviando ningún mensaje en particular. He recreado personajes que tienen sus contradicciones, sus pequeñas debilidades, sus razones, su coraje, su moral. Todos los personajes de mi película lidian con algún tipo de melancolía, y esos pequeños momentos cuando abandonan la comedia son los que los hacen complejos, humanos y, por lo tanto, universales.


La película termina con una nota de esperanza y optimismo para Selma y quienes la rodean. ¿Refleja tu propia visión de la evolución del país?
La película tiene un final abierto que tiende a la esperanza y el optimismo. Sin embargo, las historias de los personajes no están acabadas. Presentan infinitas posibilidades positivas o negativas. El país lleva buscando cómo transformarse desde la revolución. Algunas cosas han avanzado en un sentido positivo, otras no tanto. Pero los tunecinos son inteligentes y están dispuestos a proteger su libertad y su singularidad en el mundo árabe. Estoy convencida que el futuro será mucho mejor.
(Fuente del texto de la entrevista: Pressbook-Caramel Films)



TRAILER:

(CRÍTICA DE CHRISTOPHER LASO)

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