RECONSTRUCCIÓN DE UNA VIDA
DIRECCIÓN: Pedro Costa
FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO DEL DIRECTOR: 30 de diciembre de 1958, Lisboa (Portugal)
INTÉRPRETES: Vitalina Varela, Ventura, Manuel Tavares Almeida, Francisco Brito, Imídio Monteiro, Marina Alves Dominguez
GUIONISTAS: Pedro Costa, Vitalina Varela
FOTOGRAFÍA: Leonardo Simões
GÉNERO: Drama
PRODUCCIÓN: Optec, ICA, Fundaca Calauste Gulbenkian, Câmara municipal de Lisboa
DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: Numax Distribución
DURACIÓN: 124 minutos
PREMIOS:21 premios, incluyendo dos en el festival de Locarno y otros dos en el de Gijón de 2019
Vitalina aterriza en Lisboa tres días después del funeral de su marido Joaquim. Ha sido campesina durante toda su vida en Cabo Verde y llevaba esperando ese billete de avión más de 25 años para reunirse con él. En el barrio nadie la conoce, nadie la reconforta, los vecinos desconfían. Pasa afligida los días y las noches como una pesadilla, encerrada en la casa de Joaquim. Allí descubre su vida secreta, las cenizas de su relación y la pobreza de un sueño del que solo quedan los cimientos.
(Fuente de la sinopsis, el cartel y las imágenes: Numax Distribución)
(Fuentes de la información de la película: Filmaffinity, Numax Distribución, IMDb)
CRÍTICA:
Pedro Costa es un director veterano que lleva muchos años poniendo voz a los habitantes más desfavorecidos, sobre todo de su Lisboa natal. Hace cinco años presentó en Locarno “Caballo dinero” y empezamos a conocer a Vitalina Varela, que tenía un pequeño papel. Con esa película obtuvo el premio al mejor director. Ahora nos presenta su último trabajo, una impresionante película sobre el rechazo y la soledad. La cinta obtuvo el premio a la mejor película en el Festival de Cine de Locarno y en el Festival de Cine de Gijón.
Se nota desde el principio que Costa admira su tierra y sobre todo la zona de Lisboa, la historia se centra en un solo personaje mayoritariamente, Vitalina Varela es la auténtica protagonista, es más ella misma escribió el guion y la película prácticamente le pertenece. Vitalina llega a Lisboa tres días después de la muerte de su marido. Llevaba más de 25 años sin verlo y no ha podido llegar a tiempo para el entierro. En todos estos años solo lo ha podido ver dos veces, desde que él emigro buscando una vida mejor.
LO MEJOR: La interpretación de Vitalina Varela y la impresionante fotografía.
LO PEOR: Cuesta mucho entrar en el ambiente que propone el director.
Cuéntanos algo más de su soledad.
¡Incluso en las fotografías de su boda Vitalina aparece sola! A inicios de los 80 ella y Joaquim se casaron a distancia, ella en Cabo Verde con su vestido blanco y él en algún lugar de Lisboa, a donde había emigrado en 1977. Después de eso Joaquim volvió a Cabo Verde un par de veces, dejó a Vitalina embarazada y se marchó hasta su muerte en 2013. Lo que es interesante bajo mi punto de vista es que, tras muchos años de matrimonio a larga distancia, Vitalina había conseguido dejar de lado a su marido, su relación había terminado. Pero de repente Joaquim muere y todo lo vivido regresa a la cabeza de Vitalina. Fue una mezcla de pena y furia. Concibe su muerte como un supremo acto de cobardía. Podemos preguntarnos por qué ella tomó ese avión a Portugal. ¿Por qué decide permanecer en la casa de su difunto esposo el resto de su vida? Su elección es un misterio. Cada vez que hablo con ella su mente vuelve a Cabo Verde, a su aldea, las montañas, los animales, el viento, el sol... ¿Por qué entonces permanecer en Lisboa? Por un lado siente la llamada de la tierra y por otra una gran furia hacia todos los hombres caboverdianos.
Vitalina se encuentra literalmente rodeada de hombres.
Un mundo de hombres se vuelve violento, triste. Los hombres que vemos en la película son los amigos, colegas y vecinos de Joaquim: albañiles, mendigos, canteros retirados, traficantes... hombres rotos y ebrios de todas las edades. La única mujer que Vitalina conoce es Marina, la novia de Ntoni, que poco después muere quemada. Cuando conocí a Vitalina sentí su desesperación, pero también el enfado, la rebelión. Necesitaba alinear a todos los hombres frente a Vitalina, como en una rueda de reconocimiento policial.
Algo que me gusta de tus películas ambientadas en Lisboa, desde Ossos (1994) a Vitalina Varela, es que evitas los estereotipos que asocian al pobre con alguien necesariamente bueno, manso, que no haría daño a una mosca. Las personas de la comunidad inmigrante son capaces de gestos maravillosos de amor y solidaridad, pero también pueden ser mezquinos, robar, mentir, traicionar o matar.
Si eres un cineasta serio, si estás comprometido en tu trabajo con ciertas personas y lugares, si sientes devoción hacia tu oficio, debes huir de los clichés. Tú hablas de «pobres», pero para mí se trata de gente desesperada, de observar su lucha. Trabajo con una comunidad trastornada, desorientada. Esta gente era en su mayoría campesinos de Cabo Verde que emigraron a Lisboa a trabajar. En Portugal son explotados de manera inmisericorde. No sé en qué estado de auge o caída del capitalismo estamos, pero sé que solo puedo trabajar con esta confusión.
Recuerdo que Jean-Marie Straub reprendió en una ocasión a un alumno diciendo: «Si te ríes al oír la palabra Dios, nunca podrás hacer una película». ¿Qué evoca para ti esa palabra?
No mucho, para ser honesto. Pero Vitalina es creyente, como la mayoría de caboverdianos de su generación. No se puede obviar a Dios en Vitalina Varela. Es un poco como las drogas de En el cuarto de Vanda (2000). No podría haber filmado una película sobre Vanda sin filmar las drogas. En las conversaciones con Vitalina la fe surgía casi siempre. Hablando de su viaje, ese doloroso viacrucis de Cabo Verde a Portugal, siempre me recordaba que su única compañía había sido Dios. No encontró ayuda ni solidaridad alguna. En sus primeras semanas en Lisboa permaneció encerrada en la casa de su marido, sola, hasta que un día se dirigió a la iglesia de Damaia, cercana a Cova da Moura. Acudió allí para pedir algo de comida y poder hablar un poco y se encontró con una hostil recepción. Los trabajadores sociales no le ofrecieron ayuda material ni espiritual, simplemente le dijeron: «¿Qué haces en Lisboa? ¿No deberías volver a tu país? Tu marido está muerto y enterrado, tu vida no está aquí. Aquí encontrarás muchas dificultades, hay una crisis económica...» Dios es parte de su soledad por lo que no podría ocultar su presencia en Vitalina Varela. Es posible que incluso nos haya ayudado a hacer la película [sonrisa].
En tus películas las cruces no son nunca un símbolo positivo. Por ejemplo, en Casa de lava (1994) hay una cruz en la casa de las personas infectadas, en Ossos y En el cuarto de Vanda hay una cruz en las casas de los inmigrantes que van a ser demolidas. Por tanto cuando, al comienzo de Vitalina Varela, vemos una cruz de color púrpura pintada sobre un poste de madera, tuve una corazonada. Me recordó a las puertas del infierno de Dante: «Este camino conduce a la ciudad del miedo, al tormento eterno, a las almas perdidas».
Para mí una cruz, antes que nada, es una manera de señalar lo desconocido. Durante mis visitas al barrio de Fontainhas, a mediados de los 90, un caboverdiano susurró algo que no olvidaré nunca: «En Fontainhas debes mirar con cuidado donde pones los pies. Los billetes de avión para los vivos son mucho más baratos que para los muertos...» Después de eso me di cuenta de que en Fontainhas la gente nunca pisaba ciertos pavimentos, no ponían los pies sobre ciertas piedras en determinados callejones... y empecé a entender las marcas situadas en los postes. No son solo cruces, también hay nombres, fechas de nacimiento y de muerte, gritos de guerra, amenazas, manchas de sangre, huellas...
¿Cómo surgió la idea de situar a Ventura en el papel de un cura católico que ha perdido su fe?
La idea llegó a última hora, cuando ya habíamos iniciado la producción del filme. Padre Ventura aparece en una historia real que Vitalina me contó de su Cabo Verde natal. Un domingo, el cura de su parroquia se negó a bautizar a un grupo de gente por razones burocráticas, estas personas se marcharon decepcionadas en una furgoneta y poco después murieron todas en un accidente. El cura, preso de remordimientos, perdió la cabeza comenzando a vagar por las calles, como el loco de alguna novela de Marguerite Duras. Las altas instancias de la iglesia católica «deportan» a los pobres curas de Portugal a Cabo Verde donde sobreviven en la extrema pobreza, a menudo sin casa. Ventura conocía esta historia tan bien que sus ojos brillaban con malicia cada vez que la escuchaba.
El Ventura de Vitalina Varela, un cura anónimo que pierde la fe en la oscuridad, parece recordarnos a la extrema fragilidad, soledad y dudas del protagonista, también sin nombre, de Diario de un cura rural (1951) de Robert Bresson.
Es imposible no pensar en la película de Bresson, es inolvidable. Al igual que el joven cura de Ambricourt, el Padre Ventura quiere pagar las deudas de sus parroquianos con las manos vacías. Al igual que él está exhausto, ebrio, abatido. Pero en el Padre Ventura encontramos algo del fuerte predicador de Estrellas en mi corona (1950) del gran Jacques Tourneur.
¿Grabasteis en la propia casa de Vitalina?
Al inicio del proyecto llamé a mi amigo y director de fotografía Leonardo Simões para ver cómo podíamos grabar en un lugar tan pequeño y oscuro. Escogimos dos angulares de 15mm. y 28mm. e hicimos varias pruebas con estupendos resultados. La casa de Vitalina en Cova da Moura fue nuestro campamento base y también grabamos en un cine abandonado del barrio de Sacavém.
¿Convertisteis un cine en un estudio de grabación?
Exacto. Como no podíamos permitirnos alquilar un estudio comenzamos a pensar un plan B y empezamos a buscar una nave industrial o agrícola en la zona. El tiempo pasaba y no encontrábamos nada. En la época de mi infancia en Lisboa había entre 400 y 500 cines, la mayoría ellos cerrados desde los 80. Un día paseando por Sacavém, un barrio próximo a Amadora con una gran comunidad africana, me hablaron del cine São José, que estaba abandonado. Contacté al dueño y le expliqué lo que deseaba hacer. La visita guiada que nos ofreció fue increíble, el espacio principal medía 30 metros de largo por 15 de ancho y 12 de alto, las butacas y anfiteatros seguían allí. Todo estaba decrépito y muy sucio. Creí ver una posibilidad para mi pequeño equipo y alquilamos el espacio por una renta mensual razonable durante dos años. Eso era para lo que, más o menos, daba el presupuesto. Una vez dentro hicimos un gran trabajo de reparación y limpieza y retiramos las butacas para ampliar las dimensiones de la sala. Cuando decidimos que Ventura interpretase al cura construimos el interior de la iglesia en nuestro cine. Algunas esquinas y callejuelas de Cova da Moura fueron también reconstruidas allí.
Viendo el final de Vitalina Varela, en particular el diálogo silente frente a la tumba de Joaquim y el flashback de felicidad conyugal en Cabo Verde, me acuerdo de las palabra de tu profesor y amigo António Reis cuando hablaba de la importancia de aprender a decir adiós.
Hace falta valentía para decir hola. Pero da mucho más trabajo despedirse. No es fácil. En Vitalina Varela ella le dice adiós a muchas cosas. Al final de la película nos toca a nosotros decirle adiós a Vitalina, todas las películas deben despedirse de sus personajes, es inevitable. Pero hay algo del cine de António Reis y de Mikio Naruse en todo ello [Pausa]. Después de todo lo que Vitalina ha superado, después de toda la lucha y el dolor de su viacrucis, no quería finalizar con ella encerrada en su casa de Cova da Moura. Lo habría sentido como una condena. Habría sido un final fácil, condescendiente y estúpido. Entonces la cuestión es, ¿cómo despedir a Vitalina y hacerle justicia? Durante Vitalina Varela ella vuelve al pasado una y otra vez, así que pensé que al final de la película ella debía volver al inicio y esto significa, por supuesto, el comienzo de su historia de amor con Joaquim, el primer destello de amor y felicidad.
¿Crees que, en su vida real, Vitalina ha conseguido olvidarse de Joaquim?
No lo sé. Seguro que pasará página de un modo u otro. Pero, al mismo tiempo, nunca podemos decirle adiós a todo, ¿no crees? Podemos dejar de ver a la gente y a las cosas, pero nunca desaparecen de nuestra mente del todo. Vivirán con nosotros, para siempre. «I Never Can Say Goodbye, no, no, no», ¿conoces la canción de los Jackson 5?
TRAILER:
Pedro Costa es un director veterano que lleva muchos años poniendo voz a los habitantes más desfavorecidos, sobre todo de su Lisboa natal. Hace cinco años presentó en Locarno “Caballo dinero” y empezamos a conocer a Vitalina Varela, que tenía un pequeño papel. Con esa película obtuvo el premio al mejor director. Ahora nos presenta su último trabajo, una impresionante película sobre el rechazo y la soledad. La cinta obtuvo el premio a la mejor película en el Festival de Cine de Locarno y en el Festival de Cine de Gijón.
Se nota desde el principio que Costa admira su tierra y sobre todo la zona de Lisboa, la historia se centra en un solo personaje mayoritariamente, Vitalina Varela es la auténtica protagonista, es más ella misma escribió el guion y la película prácticamente le pertenece. Vitalina llega a Lisboa tres días después de la muerte de su marido. Llevaba más de 25 años sin verlo y no ha podido llegar a tiempo para el entierro. En todos estos años solo lo ha podido ver dos veces, desde que él emigro buscando una vida mejor.
Durante todo el desarrollo de la cinta Vitalina va reconstruyendo y recordando su vida, se da cuenta que prácticamente ya no conocía nada de su marido. La vida le ha golpeado muy fuerte, pero debe levantarse y seguir adelante. La casa donde vive su marido está completamente destrozada y aún queda presente en muchos rincones la sangre del fallecido.
La cinta tiene una mezcla entre el surrealismo y la realidad, es muy contemplativa, tiene imágenes muy buenas, como la llegada de ella al aeropuerto, bajando del avión descalza. Pero vamos viendo cómo vive en mundo completamente desolado y triste, va caminado por una tierra que parece más una pesadilla que un sueño. Lo que más destaca de todo es la potente fotografía y el juego de colores oscuros que se utilizan en todo momento, para dar más credibilidad a lo que estamos viendo.
No es una película fácil, es más cuesta mucho entrar en ella y desesperara a muchos espectadores. Los diálogos son escasos y las secuencias muy largas. Es una película que sirve en parte como forma de venganza personal, la protagonista quiere ser escuchada y que el espectador sepa lo que ha sufrido durante todo su vida y Pedro Costa hace todo lo posible para que eso se muestre. Creía que no me iba a gustar, pero tengo que reconocer que me han enganchado en muchos aspectos.
Puntuación: 6/10
La cinta tiene una mezcla entre el surrealismo y la realidad, es muy contemplativa, tiene imágenes muy buenas, como la llegada de ella al aeropuerto, bajando del avión descalza. Pero vamos viendo cómo vive en mundo completamente desolado y triste, va caminado por una tierra que parece más una pesadilla que un sueño. Lo que más destaca de todo es la potente fotografía y el juego de colores oscuros que se utilizan en todo momento, para dar más credibilidad a lo que estamos viendo.
Puntuación: 6/10
LO PEOR: Cuesta mucho entrar en el ambiente que propone el director.
(Crítica escrita por Chistopher Laso)
DÍAS DE CINE:
ENTREVISTA AL DIRECTOR:
Al principio era solo Vitalina...
En un inicio Vitalina Varela era solo Vitalina y su dramática llegada a la casa de su difunto marido en el barrio lisboeta de Cova da Moura. La película empezó a tomar forma cuando empecé a visitar a Vitalina y a hablar con ella cada día. Me habló de su vida como campesina en Cabo Verde, la marcha de su marido Joaquim, sus dos hijos, su vida como inmigrante en Lisboa. Oí atentamente sus memorias y le sugerí algunas direcciones que podría tomar la película. Vitalina aceptó algunas y, naturalmente, rechazó otras. Yo seguí haciendo mi trabajo, sugiriendo, añadiendo, condensando. Ella es la actriz principal, guionista, instigadora y fuente de la película. ¿Qué más quieres saber de ella?
Al principio era solo Vitalina...
En un inicio Vitalina Varela era solo Vitalina y su dramática llegada a la casa de su difunto marido en el barrio lisboeta de Cova da Moura. La película empezó a tomar forma cuando empecé a visitar a Vitalina y a hablar con ella cada día. Me habló de su vida como campesina en Cabo Verde, la marcha de su marido Joaquim, sus dos hijos, su vida como inmigrante en Lisboa. Oí atentamente sus memorias y le sugerí algunas direcciones que podría tomar la película. Vitalina aceptó algunas y, naturalmente, rechazó otras. Yo seguí haciendo mi trabajo, sugiriendo, añadiendo, condensando. Ella es la actriz principal, guionista, instigadora y fuente de la película. ¿Qué más quieres saber de ella?
¡Incluso en las fotografías de su boda Vitalina aparece sola! A inicios de los 80 ella y Joaquim se casaron a distancia, ella en Cabo Verde con su vestido blanco y él en algún lugar de Lisboa, a donde había emigrado en 1977. Después de eso Joaquim volvió a Cabo Verde un par de veces, dejó a Vitalina embarazada y se marchó hasta su muerte en 2013. Lo que es interesante bajo mi punto de vista es que, tras muchos años de matrimonio a larga distancia, Vitalina había conseguido dejar de lado a su marido, su relación había terminado. Pero de repente Joaquim muere y todo lo vivido regresa a la cabeza de Vitalina. Fue una mezcla de pena y furia. Concibe su muerte como un supremo acto de cobardía. Podemos preguntarnos por qué ella tomó ese avión a Portugal. ¿Por qué decide permanecer en la casa de su difunto esposo el resto de su vida? Su elección es un misterio. Cada vez que hablo con ella su mente vuelve a Cabo Verde, a su aldea, las montañas, los animales, el viento, el sol... ¿Por qué entonces permanecer en Lisboa? Por un lado siente la llamada de la tierra y por otra una gran furia hacia todos los hombres caboverdianos.
Un mundo de hombres se vuelve violento, triste. Los hombres que vemos en la película son los amigos, colegas y vecinos de Joaquim: albañiles, mendigos, canteros retirados, traficantes... hombres rotos y ebrios de todas las edades. La única mujer que Vitalina conoce es Marina, la novia de Ntoni, que poco después muere quemada. Cuando conocí a Vitalina sentí su desesperación, pero también el enfado, la rebelión. Necesitaba alinear a todos los hombres frente a Vitalina, como en una rueda de reconocimiento policial.
Si eres un cineasta serio, si estás comprometido en tu trabajo con ciertas personas y lugares, si sientes devoción hacia tu oficio, debes huir de los clichés. Tú hablas de «pobres», pero para mí se trata de gente desesperada, de observar su lucha. Trabajo con una comunidad trastornada, desorientada. Esta gente era en su mayoría campesinos de Cabo Verde que emigraron a Lisboa a trabajar. En Portugal son explotados de manera inmisericorde. No sé en qué estado de auge o caída del capitalismo estamos, pero sé que solo puedo trabajar con esta confusión.
No mucho, para ser honesto. Pero Vitalina es creyente, como la mayoría de caboverdianos de su generación. No se puede obviar a Dios en Vitalina Varela. Es un poco como las drogas de En el cuarto de Vanda (2000). No podría haber filmado una película sobre Vanda sin filmar las drogas. En las conversaciones con Vitalina la fe surgía casi siempre. Hablando de su viaje, ese doloroso viacrucis de Cabo Verde a Portugal, siempre me recordaba que su única compañía había sido Dios. No encontró ayuda ni solidaridad alguna. En sus primeras semanas en Lisboa permaneció encerrada en la casa de su marido, sola, hasta que un día se dirigió a la iglesia de Damaia, cercana a Cova da Moura. Acudió allí para pedir algo de comida y poder hablar un poco y se encontró con una hostil recepción. Los trabajadores sociales no le ofrecieron ayuda material ni espiritual, simplemente le dijeron: «¿Qué haces en Lisboa? ¿No deberías volver a tu país? Tu marido está muerto y enterrado, tu vida no está aquí. Aquí encontrarás muchas dificultades, hay una crisis económica...» Dios es parte de su soledad por lo que no podría ocultar su presencia en Vitalina Varela. Es posible que incluso nos haya ayudado a hacer la película [sonrisa].
Para mí una cruz, antes que nada, es una manera de señalar lo desconocido. Durante mis visitas al barrio de Fontainhas, a mediados de los 90, un caboverdiano susurró algo que no olvidaré nunca: «En Fontainhas debes mirar con cuidado donde pones los pies. Los billetes de avión para los vivos son mucho más baratos que para los muertos...» Después de eso me di cuenta de que en Fontainhas la gente nunca pisaba ciertos pavimentos, no ponían los pies sobre ciertas piedras en determinados callejones... y empecé a entender las marcas situadas en los postes. No son solo cruces, también hay nombres, fechas de nacimiento y de muerte, gritos de guerra, amenazas, manchas de sangre, huellas...
La idea llegó a última hora, cuando ya habíamos iniciado la producción del filme. Padre Ventura aparece en una historia real que Vitalina me contó de su Cabo Verde natal. Un domingo, el cura de su parroquia se negó a bautizar a un grupo de gente por razones burocráticas, estas personas se marcharon decepcionadas en una furgoneta y poco después murieron todas en un accidente. El cura, preso de remordimientos, perdió la cabeza comenzando a vagar por las calles, como el loco de alguna novela de Marguerite Duras. Las altas instancias de la iglesia católica «deportan» a los pobres curas de Portugal a Cabo Verde donde sobreviven en la extrema pobreza, a menudo sin casa. Ventura conocía esta historia tan bien que sus ojos brillaban con malicia cada vez que la escuchaba.
Es imposible no pensar en la película de Bresson, es inolvidable. Al igual que el joven cura de Ambricourt, el Padre Ventura quiere pagar las deudas de sus parroquianos con las manos vacías. Al igual que él está exhausto, ebrio, abatido. Pero en el Padre Ventura encontramos algo del fuerte predicador de Estrellas en mi corona (1950) del gran Jacques Tourneur.
Al inicio del proyecto llamé a mi amigo y director de fotografía Leonardo Simões para ver cómo podíamos grabar en un lugar tan pequeño y oscuro. Escogimos dos angulares de 15mm. y 28mm. e hicimos varias pruebas con estupendos resultados. La casa de Vitalina en Cova da Moura fue nuestro campamento base y también grabamos en un cine abandonado del barrio de Sacavém.
Exacto. Como no podíamos permitirnos alquilar un estudio comenzamos a pensar un plan B y empezamos a buscar una nave industrial o agrícola en la zona. El tiempo pasaba y no encontrábamos nada. En la época de mi infancia en Lisboa había entre 400 y 500 cines, la mayoría ellos cerrados desde los 80. Un día paseando por Sacavém, un barrio próximo a Amadora con una gran comunidad africana, me hablaron del cine São José, que estaba abandonado. Contacté al dueño y le expliqué lo que deseaba hacer. La visita guiada que nos ofreció fue increíble, el espacio principal medía 30 metros de largo por 15 de ancho y 12 de alto, las butacas y anfiteatros seguían allí. Todo estaba decrépito y muy sucio. Creí ver una posibilidad para mi pequeño equipo y alquilamos el espacio por una renta mensual razonable durante dos años. Eso era para lo que, más o menos, daba el presupuesto. Una vez dentro hicimos un gran trabajo de reparación y limpieza y retiramos las butacas para ampliar las dimensiones de la sala. Cuando decidimos que Ventura interpretase al cura construimos el interior de la iglesia en nuestro cine. Algunas esquinas y callejuelas de Cova da Moura fueron también reconstruidas allí.
Hace falta valentía para decir hola. Pero da mucho más trabajo despedirse. No es fácil. En Vitalina Varela ella le dice adiós a muchas cosas. Al final de la película nos toca a nosotros decirle adiós a Vitalina, todas las películas deben despedirse de sus personajes, es inevitable. Pero hay algo del cine de António Reis y de Mikio Naruse en todo ello [Pausa]. Después de todo lo que Vitalina ha superado, después de toda la lucha y el dolor de su viacrucis, no quería finalizar con ella encerrada en su casa de Cova da Moura. Lo habría sentido como una condena. Habría sido un final fácil, condescendiente y estúpido. Entonces la cuestión es, ¿cómo despedir a Vitalina y hacerle justicia? Durante Vitalina Varela ella vuelve al pasado una y otra vez, así que pensé que al final de la película ella debía volver al inicio y esto significa, por supuesto, el comienzo de su historia de amor con Joaquim, el primer destello de amor y felicidad.
No lo sé. Seguro que pasará página de un modo u otro. Pero, al mismo tiempo, nunca podemos decirle adiós a todo, ¿no crees? Podemos dejar de ver a la gente y a las cosas, pero nunca desaparecen de nuestra mente del todo. Vivirán con nosotros, para siempre. «I Never Can Say Goodbye, no, no, no», ¿conoces la canción de los Jackson 5?
(Fuente del texto de la entrevista: Debordements.fr-Pressbook-Numax Distribución)