VIVA LA SOLTERÍA
PAÍS: Francia (2020)
TÍTULO ORIGINAL: Divorce Club
DIRECCIÓN: Michaël Youn
FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO DEL DIRECTOR: 2 de diciembre de 1973, Suresnes (Francia)
INTÉRPRETES: Arnaud Ducret, François-Xavier Demaison, Audrey Fleurot, Caroline Anglade, Youssef Hajdi, Gregoire Bonnet, Michaël Youn, Frédérique Bel, Diane Bellam, Benjamin Biolay, Raphaël Carlier, David Coscas, Charlotte Gabris, Saber Hallout, Magali Lerbey, Amélina Limousin, Zoé Marchal, Claudia Tagbo
GUIONISTA: David Gilcreast
FOTOGRAFÍA: Stéphane Le Parc
MÚSICA: Freaks
GÉNERO: Comedia
PRODUCCIÓN: Good Spirit Films, Radar Films, SND Films, M6 Films, Canal+, Ciné+
DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: Festival Films
DURACIÓN: 101 minutos
PREMIOS:1 premio en el festival de comedia de Alpe D´Huez de 2020
TÍTULO ORIGINAL: Divorce Club
DIRECCIÓN: Michaël Youn
FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO DEL DIRECTOR: 2 de diciembre de 1973, Suresnes (Francia)
INTÉRPRETES: Arnaud Ducret, François-Xavier Demaison, Audrey Fleurot, Caroline Anglade, Youssef Hajdi, Gregoire Bonnet, Michaël Youn, Frédérique Bel, Diane Bellam, Benjamin Biolay, Raphaël Carlier, David Coscas, Charlotte Gabris, Saber Hallout, Magali Lerbey, Amélina Limousin, Zoé Marchal, Claudia Tagbo
GUIONISTA: David Gilcreast
FOTOGRAFÍA: Stéphane Le Parc
MÚSICA: Freaks
GÉNERO: Comedia
PRODUCCIÓN: Good Spirit Films, Radar Films, SND Films, M6 Films, Canal+, Ciné+
DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: Festival Films
DURACIÓN: 101 minutos
PREMIOS:1 premio en el festival de comedia de Alpe D´Huez de 2020
Tras cinco años de matrimonio, Ben sigue perdidamente enamorado. Hasta que un día descubre en público que su mujer le es infiel: ¡menuda humillación! Abatido y abandonado por sus allegados, a Ben se le hace cuesta arriba remontar hasta que Patrick, un viejo amigo que también está divorciado, se cruza en su camino y le propone irse a vivir con él. A diferencia de Ben, Patrick tiene la intención de aprovechar su recién recuperada soltería y todos los placeres a los que había renunciado al casarse. No tardan en unírseles más divorciados y, juntos, estos fiesteros cuarentones establecen las primeras reglas del “Club de los divorciados”.
(Fuente de la sinopsis, el cartel y las imágenes: Festival Films)
(Fuentes de la información de la película: Filmaffinity, Festival Films, IMDb)
La comedia francesa es una de las más importantes a nivel europeo y por la tanto puede presumir de ello, es más cada año nos llegan muchos títulos de comedia del país vecino. Este año debido a la pandemia hemos notado que han llegado menos pero aun así, de vez en cuando, se va colando alguno. En esta ocasión se estrena “El club de los divorciados”. Se trata de la tercera película como director del actor y humorista Michaël Youn. La película ha sido todo un éxito de taquilla en Francia.
Nos cuenta la historia de Ben, un hombre que después de cinco años de matrimonio todavía sigue perdidamente enamorado de su mujer. Cuando se da cuenta que ella le engaña su mundo se viene abajo y más todavía cuando le pide el divorcio. En una terapia para gente separada se reencontrará con un amigo de juventud, que justamente también acaba de divorciarse.
Ya solo viendo el poster sabemos un poco lo que vamos a ver, así que ningún espectador se puede sentir engañado. Está claro que los chistes y clichés típicos de este tipo de cine van a aparecer. Pero aun así el guion tiene sorpresas. Yo siempre he comentado que el humor es muy particular en cada persona y que no todo el mundo disfruta igual. A mí me ha gustado mucho la película y sobre todo me lo he pasado muy bien. Me he reído en muchas ocasiones y eso, tal y como están en este momento las cosas, es muy importante.
Puntuación: 6.5/10
LO MEJOR: Las escenas donde al actor principal le ocurre de todo.
LO PEOR: Que, aunque pases un buen rato, se olvida enseguida.
(Crítica escrita por Christopher Laso)
ENTREVISTA CON EL DIRECTOR:
El club de los divorciados, su tercera película como director en solitario, llega a la gran pantalla siete años después de Vive la France: ¿por qué ha tardado tanto tiempo en volver a ponerse detrás de las cámaras? No es que yo haya querido esperar tanto tiempo. Ha sido por mi faceta de actor, afortunadamente, me han surgido muchas propuestas interesantes relacionadas con el mundo de la comedia durante estos años y he apostado más por esa dirección. Pero para ser completamente sincero, me quedé decepcionado con el resultado final de Vive la France, aunque es cierto que superó el millón de espectadores, pero que no cumplió con mis expectativas. Desde entonces, he intentado encontrarme a mí mismo artísticamente como autor y como director, y cuando uno se busca a sí mismo, vive más despacio. Eso es lo que me ha pasado a mí. Y, ya sabe, hacer una película cuesta muchísimo trabajo: hay que encontrar una idea que le guste a todo el mundo, pelear para conseguir la financiación, encontrar una buena localización, fabricar la película y luego dirigir la posproducción, encargarse de la promoción… Al juntarse todo, los proyectos se alargan de dos a tres años. Así que, antes de lanzarse de cabeza, uno debe asegurarse de que tiene las ganas suficientes de llevar a cabo un proyecto que merezca la pena. Todo este proceso me ha llevado años y, por supuesto, ¡yo no pensaba que fuese a tardar tanto!
Esta gran idea que le ha devuelto las ganas de dirigir una nueva película, ¿de dónde sale?
La verdad es que ha sido un cúmulo de circunstancias. Por un lado, las ganas de la distribuidora SND y las del productor Clément Miserez de proponerme una película sobre un divorcio y sobre dejarse llevar, y, al mismo tiempo, por otro lado, el haber pasado por una separación en mi vida personal que me ha dado algo de experiencia en el tema. Pensé que no me podía haber caído el proyecto en mejor momento. Me puse en contacto con mi guionista de confianza, Matt Alexander, y escribimos el guion del tirón. En el fondo, creo que tenía ganas de dejar atrás mi patética vida sentimental entre risas. Ha sido a través del humor como he intentado cerrar este capítulo de mi vida.
¿Soñaba entonces con un lugar que, como en la película, pudiera acoger a personas con mal de amores?
Cuando uno se separa, se apoya en un buen amigo o una buena amiga que le entretenga hasta altas horas de la noche mientras te anima: «No te preocupes, ya verás como el divorcio es lo mejor que podía pasarte».
Todos pasamos por eso. Por desgracia, yo no he tenido la suerte de caer en un grupo tan guay como El club de los divorciados, donde los hombres y las mujeres, que especifico que es mixto, pueden consolarse unos a otros mientras lloran como adolescentes, pero con los medios de los adultos. En cambio, al haber compartido piso durante casi quince años con amigos hasta que nació mi hija hace nueve años (es decir, ¡hasta los 38 años!), creo que tengo la suficiente experiencia como para hablar del tema. Hoy en día, no sería capaz de vivir en semejante caos, pero, sinceramente, mientras no tengas hijos, es una experiencia increíble. O si, como yo en aquella época, quieres huir de la soledad.
¿Quiere decir eso que nunca se autocensura cuando escribe un guion?
Eso es lo que consigue con la película gracias a las bromas y el humor, hablar de temas más profundos como el paso del tiempo, el concepto de perdón o de amistad…
La idea era crear, de una manera más tradicional, una historia de amor al estilo de Marivaux para hacerla explotar después en todos los sentidos para que la comedia lo invada todo. No obstante, los temas que se tratan, como la soledad, el matrimonio o la amistad, van dirigidos a todo el mundo: «Ahora estás soltero, por lo que no hay nadie que te vaya a echar la bronca cuando te lo estés pasando bien». Eso no va dirigido únicamente a los solteros, ¡todo lo contrario! Como bien dice el personaje de François-Xavier Demaison en la película: «La principal causa de divorcio es el matrimonio». Pero, en realidad, tenía sobre todo ganas de hacer una comedia graciosa, y no, no es un pleonasmo. Hay una infinidad de comedias que no son graciosas. Ya sabe, es muy difícil conseguir que la película sea graciosa de principio a fin, sobre todo al final, donde, en general, se deja de lado la comedia para dar lugar a la resolución de la historia. Y, con toda la humildad del mundo, creo que esta vez somos lo hemos conseguido. Lo he comprobado en las proyecciones de los preestrenos y en el Festival Internacional de Cine de Comedia de Alpe d'Huez, donde ha tenido una acogida increíble. Hacer reír al público es muy complicado y arriesgado a la vez. ¿Cuántas películas francesas lo consiguen de verdad al año? Como mucho cinco o seis. Hacer reír con un humor que no sea ni muy anticuado ni muy burdo, sin caer en la maldad o la mezquindad, y aportando frescura y modernidad, y además mantenerse fiel a uno mismo y no traicionarse, es un gran número de equilibrismo. ¡Buena suerte! No, nunca. Lo cual no ha ayudado a evitar discusiones acaloradas con la distribuidora. Pero eso también forma parte del proceso creativo. Estoy convencido de que se pueden rozar los límites siempre y cuando seamos benevolentes.
¿Cómo ha abordado el aspecto visual de la película? El club de los divorciados es una comedia elegante.
Dirigir es un trabajo extraordinario. En cada rodaje continúas aprendiendo, y lo verdaderamente increíble es que nunca dejas de aprender de lo que te aportan los talentos que componen el equipo o, simplemente, de los riesgos que decides correr. En el total de mis tres películas, he debido de pasar alrededor de treinta semanas detrás de una cámara, eso no es mucho comparado con la formación de un pastelero, por ejemplo. Entonces, cada vez, intento superarme, dar un paso más, ser más ambicioso. Me chifla la idea de que los espectadores salgan del cine con la impresión de que la película vale lo que les ha costado la entrada, que no es solo una película graciosa, sino que les ha dejado con ganas de más. Un productor nos hizo un gran cumplido al decirnos: «Vaya, ¡habrá costado una fortuna!». Debió de pensar que nos había costado hacer la película unos doce millones de euros, cuando, en realidad, la habíamos hecho con la mitad de ese dinero. Le aseguro que he exprimido a todo mi equipo y cada euro del que disponíamos al máximo.
No me cabe duda después de ver la increíble mansión del famoso club. ¿Existe de verdad ese lugar?
Sí, es una propiedad que está en Le Pradet, cerca de Tolón. Se trata de una casa de la belle époque que además se acaba de vender por diecinueve millones de euros. Y, bueno, convencimos al propietario para que nos la dejara dos meses para rodar a precio de un AirBnB en Vesoul. La casa es uno de los personajes de la historia: tan grandiosa como rococó, con rincones asombrosos, como una playita privada o unos jardines colgantes. Rodar allí nos ha aportado un valor de producción que no podríamos haber conseguido de otro modo. Además, en general, no me gusta grabar en París, me siento menos creativo y no se me da bien encontrar lugares en los que rodar. Soy demasiado parisino, la verdad, por eso no puedo ver mi ciudad como un decorado de cine. No tengo ese talento. Estoy demasiado influido por cuarenta años de ir en moto, de atascos, de semáforos rojos y de vecinos insoportables como para rodar en París. Además, lo cierto es que no hay nada mejor que el sol y un horizonte sin fin para hacer soñar a los espectadores con una historia bonita.
Hablemos del reparto, empezando por el dúo de la película: Arnaud Ducret (Ben) y FrançoisXavier Demaison (Patrick)...
Dirigir es un trabajo extraordinario. En cada rodaje continúas aprendiendo, y lo verdaderamente increíble es que nunca dejas de aprender de lo que te aportan los talentos que componen el equipo o, simplemente, de los riesgos que decides correr. En el total de mis tres películas, he debido de pasar alrededor de treinta semanas detrás de una cámara, eso no es mucho comparado con la formación de un pastelero, por ejemplo. Entonces, cada vez, intento superarme, dar un paso más, ser más ambicioso. Me chifla la idea de que los espectadores salgan del cine con la impresión de que la película vale lo que les ha costado la entrada, que no es solo una película graciosa, sino que les ha dejado con ganas de más. Un productor nos hizo un gran cumplido al decirnos: «Vaya, ¡habrá costado una fortuna!». Debió de pensar que nos había costado hacer la película unos doce millones de euros, cuando, en realidad, la habíamos hecho con la mitad de ese dinero. Le aseguro que he exprimido a todo mi equipo y cada euro del que disponíamos al máximo.
Sí, es una propiedad que está en Le Pradet, cerca de Tolón. Se trata de una casa de la belle époque que además se acaba de vender por diecinueve millones de euros. Y, bueno, convencimos al propietario para que nos la dejara dos meses para rodar a precio de un AirBnB en Vesoul. La casa es uno de los personajes de la historia: tan grandiosa como rococó, con rincones asombrosos, como una playita privada o unos jardines colgantes. Rodar allí nos ha aportado un valor de producción que no podríamos haber conseguido de otro modo. Además, en general, no me gusta grabar en París, me siento menos creativo y no se me da bien encontrar lugares en los que rodar. Soy demasiado parisino, la verdad, por eso no puedo ver mi ciudad como un decorado de cine. No tengo ese talento. Estoy demasiado influido por cuarenta años de ir en moto, de atascos, de semáforos rojos y de vecinos insoportables como para rodar en París. Además, lo cierto es que no hay nada mejor que el sol y un horizonte sin fin para hacer soñar a los espectadores con una historia bonita.
En un principio, contacté con Arnaud para que interpretara el papel de Patrick porque tiene, sin duda alguna, la energía de ese personaje y para nada la del de Ben. Ya lo había fichado en la época en la que actuaba en Spamalot en el teatro y enseguida me fijé en esa capacidad suya para saber hacerlo todo. Me encantan los actores que saben utilizar su cuerpo y su voz, imitar, cantar, emocionar, caerse y, por supuesto, hacer reír. Arnaud es un actor completo. Sabe hacer de todo, y todo lo hace bien. Cuando volvimos a vernos para hablar de El club de los divorciados, me di cuenta de que tenía la profundidad para interpretar a Ben, pero le impuse la condición de que no se desmelenase desde el principio y esperase pacientemente el momento en el que la película gira hacia la exageración. Tuvo que aceptar estar fastidiado durante una parte de la película para que su actuación fuese lo más realista posible. François-Xavier y yo somos amigos desde hace mucho tiempo y habíamos prometido que haríamos una película juntos en la que él hiciese de millonario excéntrico y Arnaud Ducret, de víctima desconsolada. François-Xavier también tuvo que estar contenido para destapar más adelante otra faceta, más oscura y profunda, inesperada, y en la que puede lucirse con esa intensidad suya que todos conocemos. He tenido la oportunidad de grabar a dos actores que se han dejado la piel en interpretar a dos hombres completamente diferentes a cómo son ellos en la vida real. En un principio, muchos veían a François-Xavier en el papel de tío destrozado y a Arnaud en el de colega vividor. Me pareció más divertido eso de invertir los roles. Nos la jugamos por completo, pero tengo la sensación de que ha valido la pena.
Son dos actores con vis cómica: ¿les ha dejado desmelenarse, como decía antes, también a la hora de improvisar, por ejemplo?
Yo prefiero ceñirme al texto y a su musicalidad cuando estoy dirigiendo, pero me encanta que me sorprendan o me propongan algo que funcione mejor que mi idea original. No tengo un gran ego en ese aspecto porque, al final, de todas formas, soy yo quien firma la película, así que toda mejora es bienvenida. Trabajamos mucho en los personajes y en los textos para poder estar tranquilos durante el rodaje. Una vez en plató, me gusta ir deprisa. Necesito a actores y actrices que lo hagan a la primera, porque creo que la inmediatez al actuar saca la mejor comedia. Soy un director que funciona básicamente con el entusiasmo y la energía comunicativa, y también es aplicable a mis técnicos: necesito un equipo que esté siempre alerta. Por supuesto, siempre preparo la segmentación de escenas con mi director de fotografía (Stéphane Le Parc), pero nunca me cierro a la posibilidad de modificar la escena durante el rodaje según se den los acontecimientos, o según estén el decorado o los actores. Hay que ser flexible ante los imprevistos. Claude Lelouch dice: «Sigo el guion cuando no tengo un buen día». Bueno, yo no tengo esa audacia, pero siempre dejo espacio para hacer las cosas de otra manera. Y, como no tengo papel protagonista en esta película, he podido dedicarle todavía más tiempo a la cámara y a los actores, y a dejarles improvisar y explorar. Arnaud y François-Xavier me han propuesto un montón de cosas en las que yo no había pensado y me ha tocado añadir un buen cuarto de hora al final. ¡Eso es mucho para una peli de hora y cuarenta y ocho minutos!
Ha mencionado el Festival de l’Alpe d’Huez en el que le otorgaron el Gran Premio del Jurado y el de la Prensa, pero en el que, además, tuvo una acogida excepcional por parte del público… No le había pasado a menudo esto de recibir tres reconocimientos a la vez.
Mejor dicho: ¡no me había pasado nunca! Significó mucho para mí. De pronto, tenemos la sensación de haberlo conseguido, de haber hecho un buen trabajo. De nuevo, El club de los divorciados no es una película social, asumo completamente su naturaleza de pura comedia para pasar el rato y que la gente se sienta bien al verla, , y conseguir una recompensa así no es fácil de con este tipo de proyectos. Entonces, ese reconocimiento de las tres partes de las que habla (público, jurado y prensa) es maravilloso, pero, sinceramente, no me basta con eso: ahora hay que vender entradas, sobre todo en estos tiempos tan complicados. Los premios quedan bonitos sobre la chimenea, pero solo tienen sentido si los espectadores los validan. Así que les esperamos este verano en los cines a partir del 14 de julio. Ya sabe, El club de los divorciados es una película algo excéntrica, algo difícil de publicitar, de anunciar y de vender. Creo que ese es un bonito defecto porque nosotros no queríamos contarlo y mostrarlo todo antes de estrenarla. Hay tantas películas que uno tiene la impresión de haber visto antes de entrar al cine… ¡Solo les hemos enseñado la punta del iceberg! La película es un milhojas que el público se morirá de ganas por devorar, o, al menos, eso esperamos.
(Fuente del texto de la entrevista: Pressbook-Festival Films)
Yo prefiero ceñirme al texto y a su musicalidad cuando estoy dirigiendo, pero me encanta que me sorprendan o me propongan algo que funcione mejor que mi idea original. No tengo un gran ego en ese aspecto porque, al final, de todas formas, soy yo quien firma la película, así que toda mejora es bienvenida. Trabajamos mucho en los personajes y en los textos para poder estar tranquilos durante el rodaje. Una vez en plató, me gusta ir deprisa. Necesito a actores y actrices que lo hagan a la primera, porque creo que la inmediatez al actuar saca la mejor comedia. Soy un director que funciona básicamente con el entusiasmo y la energía comunicativa, y también es aplicable a mis técnicos: necesito un equipo que esté siempre alerta. Por supuesto, siempre preparo la segmentación de escenas con mi director de fotografía (Stéphane Le Parc), pero nunca me cierro a la posibilidad de modificar la escena durante el rodaje según se den los acontecimientos, o según estén el decorado o los actores. Hay que ser flexible ante los imprevistos. Claude Lelouch dice: «Sigo el guion cuando no tengo un buen día». Bueno, yo no tengo esa audacia, pero siempre dejo espacio para hacer las cosas de otra manera. Y, como no tengo papel protagonista en esta película, he podido dedicarle todavía más tiempo a la cámara y a los actores, y a dejarles improvisar y explorar. Arnaud y François-Xavier me han propuesto un montón de cosas en las que yo no había pensado y me ha tocado añadir un buen cuarto de hora al final. ¡Eso es mucho para una peli de hora y cuarenta y ocho minutos!
Usted interpreta a Thierry, apodado Titi, un personaje que ha cuidado en particular.
No quería frustrarme en exceso y que mis compañeros se divirtiesen demasiado tiempo sin mí, así que he interpretado a Titi. Titi «se deja llevar». Este personaje está muy alejado de mí, física y mentalmente, pero qué gusto da encarnar a cretinos, blandengues y mentirosos. Por desgracia, he sido muy duro con él en el montaje. Lo he cortado de muchas escenas. Aunque sí era gracioso, no era fundamental en el desarrollo de la historia, y cuando uno hace una película de una hora y cuarenta y ocho minutos, no se puede permitir el lujo de irse por las ramas. Pero a este personaje todavía le quedan cosas por decir: si El club de los divorciados tiene éxito, todos estamos de acuerdo en hacer la continuación, ¡El club de los divorciados! Puede estar tranquilo, ese no será el título de la continuación. Pero ya tenemos todos ganas de volver a ponernos en la piel de los personajes para la despedida de soltero de Ben en la maravillosa villa de Patrick en el Palmeral de Marrakech. Ahora mismo todo está en manos de los espectadores…También hay personajes femeninos en la película: Albane, interpretada por Audrey Fleurot; Marion, interpretada por Caroline Anglade; o Charlotte Gabris, que interpreta el papel de Gisèle.
Nuestra idea inicial era hacer una comedia sobre una ruptura y mostrar la vida de cuarentones como si fuesen adolescentes que comparten piso. Es un punto de partida que puede convertirse rápidamente en misógino o excluyente para las mujeres, así que, de entrada, decidimos que El club de los divorciados sería mixto y que tendría un personaje central femenino que vive su sexualidad tan libremente como un hombre. Una mujer moderna, en definitiva. Ese es el personaje de Albane, interpretado por Audrey Fleurot. Tengo la impresión de haber mejorado la forma en la que escribo comedia para mujeres. Ahora no solo las hago amables, sino también graciosas. En El club de los divorciados, la comedia está muy ligada las mujeres, lo cual supone un gran progreso en mi trabajo. Estoy especialmente orgulloso y es gracias a Audrey, pero también a Charlotte Gabris y, por supuesto, a Caroline Anglade. No nos reímos de ellas, sino con ellas y con lo graciosos que son sus personajes. Tener en cuenta lo que está pasando en nuestra época, pensar en mujeres modernas, ingeniosas, positivas, valientes, dueñas de su destino, de su sexualidad… me hizo hacer esta película de otra forma. Me fue bien plantearme estas cuestiones. Mejor dicho: ¡no me había pasado nunca! Significó mucho para mí. De pronto, tenemos la sensación de haberlo conseguido, de haber hecho un buen trabajo. De nuevo, El club de los divorciados no es una película social, asumo completamente su naturaleza de pura comedia para pasar el rato y que la gente se sienta bien al verla, , y conseguir una recompensa así no es fácil de con este tipo de proyectos. Entonces, ese reconocimiento de las tres partes de las que habla (público, jurado y prensa) es maravilloso, pero, sinceramente, no me basta con eso: ahora hay que vender entradas, sobre todo en estos tiempos tan complicados. Los premios quedan bonitos sobre la chimenea, pero solo tienen sentido si los espectadores los validan. Así que les esperamos este verano en los cines a partir del 14 de julio. Ya sabe, El club de los divorciados es una película algo excéntrica, algo difícil de publicitar, de anunciar y de vender. Creo que ese es un bonito defecto porque nosotros no queríamos contarlo y mostrarlo todo antes de estrenarla. Hay tantas películas que uno tiene la impresión de haber visto antes de entrar al cine… ¡Solo les hemos enseñado la punta del iceberg! La película es un milhojas que el público se morirá de ganas por devorar, o, al menos, eso esperamos.
(Fuente del texto de la entrevista: Pressbook-Festival Films)
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