GESTIONANDO UNA EMPRESA DE BALANZAS
PAÍS: España (2021)
DIRECCIÓN: Fernando León de Aranoa
FECHA Y LUGAR DE NACIMIENTO DEL DIRECTOR: 26 de mayo de 1968, Madrid (España)
INTÉRPRETES: Javier Bardem, Manolo Solo, Almudena Amor, Óscar de la Fuente, Sonia Almarcha, Fernando Albizu, Tarik Rmili, Rafa Castejón, Celso Bugallo, Martín Páez, Yael Belicha
GUIONISTA: Fernando León de Aranoa
FOTOGRAFÍA: Pau Esteve Birba
MÚSICA: Zeltia Montes
GÉNERO: comedia
PRODUCCIÓN: Reposado Producciones, The Mediapro Studio, TVE, TV3, MK2 Films, Orange
DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: Tripictures
AGENCIA DE COMUNICACIÓN: Ellas Comunicación
DURACIÓN: 120 minutos
Básculas Blanco, una empresa de producción de balanzas industriales en una ciudad de provincias, aguarda la visita de una comisión de la que depende la obtención de un premio local a la Excelencia Empresarial: las cosas deben ser perfectas para ese momento. Sin embargo, todo parece confabularse en contra. En el poco tiempo del que dispone, Blanco (Bardem) intenta devolver a su empresa el equilibrio perdido: trata de resolver los problemas de sus empleados, cruzando para ello todas las líneas imaginables.
(fuente de la sinopsis y del cartel: Ellas Comunicación)
(fuentes de las imágenes: Ellas Comunicación, Zinemaldia)
(fuentes de la información de la película: Filmaffinity, Ellas Comunicación, Zinemaldia, IMDb, Tripictures, Wikipedia)
El nuevo trabajo del director español Fernando León de Aranoa es una película cuya historia se desarrolla en el interior de una fábrica de balanzas, y que tiene como protagonista a Julio Blanco, el dueño de la empresa interpretado por Javier Bardem.
La película se presentó a concurso en la sección oficial de la pasada edición del Festival de San Sebastián, en donde tuvo una buena acogida por parte del público donostiarra y de la prensa asistente al Zinemaldia, y hace una semana fue la elegida por la Academia del cine español para representar a nuestro país en la lucha por el Premio Óscar 2022 en la categoría de película internacional.
La película funciona bastante bien gracias a un guion bastante asequible para casi todos los espectadores, que rehúye de la crítica social tan habitual en los inicias de la carrera del director (un ejemplo es "Los lunes al sol"), para contar las historias profesionales y personales de los empleados y el jefe de ese lugar de trabajo, con unas personajes secundarios bastante bien diseñados y desarrollados por el guion escrito por el propio León de Aranoa, con un tono de comedia que funciona bastante bien, con unas situaciones bastante ingeniosas que harán sonreír a muchos espectadores, y que les harán identificarse con los trabajadores de Básculas Blanco, aunque tampoco se deja mal al dueño (como bien indica el título del largometraje) de esa empresa, que intenta capear con todas las complicaciones internas en unas semanas importantes para la supervivencia de la empresa, en los días previos a la llegada del inspector de trabajo.
El otro aspecto destacado, y que es clave en el éxito de la película, son las interpretaciones, con un Javier Bardem que está excelente en el papel de ese jefe que navega entre dos aguas o incluso tres: llevarse bien con los trabajadores, salvar a la empresa, aunque eso suponga sacrificar a algunos empleados, y su vida personal con su mujer a la que ve poco por su dedicar casi todo su tiempo a los asuntos profesionales. El actor español, un habitual en el cine de Hollywood actual y en las películas del director, tiene un cambio de registro, con unas escenas en donde está irónico y otras en las que sabe mantener el tipo pese a que tiene que actuar de manera incómoda. El tres veces nominado al Óscar y ganador por "No hay país para viejos", tiene todas las papeletas de ganar su séptimo Goya (uno de ellos como productor del documental "Hijos de las nubes, la última colonia (2012)", y no me imagino otro intérprete mejor para el personaje de Julio Blanco.
Pero el gran descubrimiento es el de Almudena Amor, la joven intérprete que es la protagonista de "La abuela" de Paco Plaza, otra película que formó parte de la sección oficial del Zinemaldia 2021, que interpreta a Liliana, una becaria a la que el jefe contrata haciendo caso a su mujer, y que terminará ascendiendo poco a poco y generando estragos en la empresa y en la vida personal del protagonista, en un personaje nada fácil y que la actriz saca adelante de una manera natural y solvente.
Otras grandes actuaciones son las de Sonia Almarcha como Adela, la mujer de Julio, y Óscar de la Fuente en el papel del empleado al que acaban de despedir y que decide ir a vivir en una tienda de campaña a las puertas de la empresa.
Los aspectos positivos, además del guion, las interpretaciones y la dirección, son la música compuesta por Zeltia Montes, que es sencilla pero adecuada para el tono de la película, y los peluqueros Selmo del Campo y Pablo Morillas en un gran trabajo con Javier Bardem.
Una película fácil de recomendar, que puede gustar a los más jóvenes y a los más mayores, que no tiene parones sin necesidad de escenas de acción, que funciona mejor en las situaciones cómicas, con unos personajes secundarios bastante bien desarrollados, y unas situaciones bastante realistas en lo que puede ser el funcionamiento de una empresa en la actualidad, aunque en algunos momentos pueden resultar excesivas.
LO MEJOR: La actuación de Javier Bardem. El guion.Los aspectos positivos, además del guion, las interpretaciones y la dirección, son la música compuesta por Zeltia Montes, que es sencilla pero adecuada para el tono de la película, y los peluqueros Selmo del Campo y Pablo Morillas en un gran trabajo con Javier Bardem.
Una película fácil de recomendar, que puede gustar a los más jóvenes y a los más mayores, que no tiene parones sin necesidad de escenas de acción, que funciona mejor en las situaciones cómicas, con unos personajes secundarios bastante bien desarrollados, y unas situaciones bastante realistas en lo que puede ser el funcionamiento de una empresa en la actualidad, aunque en algunos momentos pueden resultar excesivas.
LO PEOR: El desenlace.
CRÍTICAS EN BLOGS ESPECIALIZADOS:
Ricardo Pablo López en Destino Arrakis
Raúl Fabelo en MacGuffin007
Iker Elduayen en Los Lunes Seriéfilos
Jorge Gutiérrez Leguina en El Palomitrón
NOTAS DEL DIRECTOR:
Hábil, divertido y manipulador, “El Buen patrón” es el que truca la balanza, el que mueve los hilos de esta función. Su empresa produce básculas industriales, pero la que preside el acceso principal de la fábrica, un antiguo modelo de dos platos, está torcida. Blanco es un personaje carismático, un jugador de ventaja que se mete sin pudor en la vida de sus trabajadores para mejorar la productividad de su empresa, cruzando todas las líneas éticas, y sin posibilidad de retorno. Un personaje al que, pese a su amoralidad, sentimos cercano. Acaso un retrato de lo que somos, o de lo que tememos llegar a ser. Protagoniza un relato tragicómico del maltrecho ecosistema laboral, sin héroes ni villanos, alejado de cualquier maniqueísmo. Una comedia ácida, gris oscura, casi negra. Una mirada corrosiva sobre las relaciones personales y laborales dentro de una empresa familiar que ocupa a un centenar trabajadores. “El Buen patrón” es en cierto modo el contraplano de “Los lunes al sol”, su reverso tenebroso.
Si aquella película se ocupaba del desempleo, esta describe el precario paisaje del empleo con parecidas claves estéticas y narrativas: un relato coral tejido de historias que se entrelazan e interactúan perversamente, atravesado por la seductora personalidad de Blanco. “El Buen patrón” es un retrato de la despersonalización y el deterioro de las relaciones laborales, paisaje de un tiempo en el que los anticuados conceptos como solidaridad, ética o bien común parecen haber sido borrados del mapa del empleo por la lógica del beneficio y la precariedad. El imaginario de las balanzas, metáfora universal de la Justicia, enmarca el conjunto: Blanco trata a toda costa de devolver el equilibrio financiero a su empresa, aunque para ello tenga que trucar los platos.
Creo posible un cine complejo y ambicioso artísticamente, que deje constancia de quiénes somos, del momento que vivimos; y que a la vez divierta, intrigue, emocione. Y que lo haga con humor, con ligereza a veces, con filo; pero sin renunciar al compromiso, a la verdad y a la poesía. Que busque en las raíces de lo que somos la hipótesis de lo que seremos un día. Un cine con ventanas a la calle, que se ocupe de lo que sucede afuera, en las aceras del país que somos; en nuestras casas, en nuestros dormitorios, en nuestros centros de trabajo. Visualmente, “El Buen patrón” pretende una transparente sensación de realidad, sin renunciar por ello a una imagen brillante, sofisticada. La fotografía de Pau Esteve retrata con elegancia el paisaje frío, industrial, sobre el que se dibuja y resalta la calidez de los personajes y sus conflictos.
El lenguaje de la cámara, simétrico, horizontal y armónico al principio, reflejo del perfecto equilibrio que Blanco ha alcanzado en su vida personal, y en su fábrica, entre sus trabajadores, se vuelve más dinámico e inestable a medida que avanza el metraje. El vértigo de la cámara en mano sustituirá a la horizontalidad de las primeras imágenes, acompañando la deriva de su protagonista. También la música de la película lo hace; juguetona y amable al comienzo, aparentemente liviana, se irá desenmascarando en la misma medida que lo hace Blanco. Es la banda sonora de Zeltia Montes una prodigiosa reescritura musical de mi guion, una segunda piel de la película, que capta la complejidad de su tono, su difícil equilibrio.
La acción transcurre en la periferia industrial de una ciudad de provincias, en su paisaje horizontal de pabellones grises, impersonales. En la nave central de una fábrica, en sus pasarelas altas. Y en sus talleres, goma negra y acero. Entre el estruendo que produce la maquinaria pesada, en la que se afanan hombres y mujeres con auriculares de protección. En almacenes y muelles de carga de mercancía, rampas de cemento, palés y camiones de gran tonelaje. César Macarrón es el responsable de esta tarea titánica: la de haber devuelto la vida a una inmensa fábrica cerrada, en la periferia de Madrid.
Mientras tanto, un hombre sin nada que perder acampa frente a las instalaciones de lo que una vez fue su trabajo, poniendo en peligro los planes del buen patrón. Rompen los colores estridentes de sus pancartas y de su tienda de campaña la monotonía gris del paisaje fabril, su pretendido equilibrio. El mejor humor, el que mejor resiste el paso del tiempo y las fronteras, es el que surge del drama, porque no es coyuntural: nos habla de la naturaleza humana. Surge de ese trabajador desesperado que lanza consignas que apenas riman con un viejo megáfono, cada vez que el patrón entra y sale de la fábrica. De su fragilidad, de su soledad forzosa, de su lucidez trágica.
Otras veces surge de la ternura: de su relación con el vigilante jurado que cuida de la puerta, que comparte con él café y conversación a escondidas, por miedo a las represalias. Hay humor también en la amoralidad del patrón, en sus manejos y desmanes. Y es que uno mismo es siempre la primera víctima de sus acciones. Blanco no saldrá indemne de ellas. La película se va oscureciendo con cada decisión que los personajes toman. Y así, sin perder la sonrisa, el último acto de esta historia se vuelve thriller, y después tragedia. De todos los retos que asumíamos, quizá ese, el del tono, haya sido el más arriesgado. Humor y dolor: la cantidad exacta en cada plato. Celos, abuso, traición, poder, vasallaje, rivalidad, venganza, ambición, sexo, e incluso la muerte, todos los grandes temas de las tragedias clásicas, caben en el enrevesado entramado de intereses, mezquindades y ambiciones de una pequeña empresa de fabricación de balanzas, en una ciudad de provincias cualquiera. Esta es su historia.
(fuente del texto: Pressbook-Ellas Comunicación)
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