A PRIMERA VISTA ( 2014 )

Ya se han hecho muchas películas sobre la homosexualidad. Algunas son fantásticas, pero creo que, hoy en día, hemos superado esa fase y debemos avanzar. El filme muestra que el «drama» de salir del armario puede superarse, ¡incluso en Brasil! En mi película, el problema reside en el «¿quién me corresponde?» y no en el «¿a quién amo y por qué la o lo amo?». Yo quería un personaje que buscara simplemente ser feliz, que descubre en la adolescencia que es gay, pero para quien este descubrimiento forma parte, de manera natural, de los descubrimientos que se hacen a esta edad, como los cambios en el cuerpo y los sentimientos. Por lo tanto, sí, es su deseo de independencia lo que cobra protagonismo y es una fuente de conflicto para su entorno: su padre y su madre, y también su mejor amiga, Giovanna, que temen perderle...

No, más bien me han entrado ganas de jugar con la discapacidad, a través de las imágenes, como en la escena donde Leonardo, sentado en la hierba, por la noche, le pregunta a Giovanna si ha visto a Gabriel y ella le responde que no, simplemente porque quiere quedarse a solas con él aunque Gabriel esté en su campo de visión.

Por este motivo, he trabajado mucho en los sonidos que le llegan a Leonardo desde su punto de vista, como en la escena en que él quiere dejar la escuela solo y en que sus compañeros juegan a su alrededor. Para un director, estéticamente resulta interesante poder jugar con estos elementos. El sonido no siempre se valora debidamente, por lo que fue muy emocionante potenciarlo en mi película. El hecho de que Leonardo sea ciego me obligó a prestar más atención a todo eso; me siento muy satisfecho por ello. Y quizá yo mismo prestaré más atención en el futuro, cuando haga películas con «videntes», a todo lo que forma parte del cine y no es puramente visual.

Antes de dirigir A PRIMERA VISTA, hacía tres años que había dirigido un cortometraje sobre el mismo tema, Eu nao quero voltar sozinho. Había elegido a mis actores para el cortometraje y volví a recurrir a ellos para el largometraje: había tanta alquimia entre ellos que para mí estaba claro. En ese tiempo, habían envejecido tres años, por lo que hay un trato muy diferente al del cortometraje, con problemáticas de sexualidad que se abordan de manera más frontal, cuerpos más expuestos en la pantalla, el tema de la independencia más centralizado.

Hablamos mucho con los actores, intercambiamos ideas. A veces, ellos habían pensado más en sus personajes que yo mismo... Algunos momentos del guion no estaban muy bien definidos: yo podía decirles «caminan por la calle mientras hablan» y a ellos les tocaba pensar en lo que debían decirse. Me gusta actuar de este modo, atrapar al vuelo lo que cada uno puede aportar a la película. Con el director de fotografía o el equipo técnico fue parecido; desde los puestos que ocupaban, en ocasiones veían cosas de las que yo no me daba cuenta.

Desde que escribí el cortometraje hacía tres años, mi principal preocupación era encontrar al joven actor que pudiera interpretar a un personaje invidente. Entonces conocí a Ghilherme, que apenas tenía 14 años por aquel entonces, y desde la primera sesión de pruebas encontró la manera de interpretar a Leonardo, ocultando brillantemente su mirada tras esa mirada lejana que apreciamos en él en la película. Ghilherme es muy intuitivo y observador. Después de elegirle pasamos tiempo en instituciones de invidentes, donde aprendió a ser guiado y donde los demás actores aprendieron a guiarle. También aprendió a utilizar la máquina de escribir en braille, entre otras cosas.