LOS EFECTOS COLATERALES DE LOS CONFLICTOS BÉLICOS
PAÍS: Francia ( 2015 )
TÍTULO ORIGINAL: Une histoire de fou
DIRECCIÓN: Robert Guédiguian
LUGAR Y FECHA DE NACIMIENTO DEL DIRECTOR: 3 de Diciembre de 1953, Marsella ( Francia )
INTÉRPRETES: Ariane Ascaride, Syrus Shahidi, Grégoire Leprince-Ringuet, Simon Abkarian, Razane Jammal, Serge Avedikian
GUIONISTAS: Robert Guédiguian, Gilles Taurand
BASADA EN: La historia autobiográfica del periodista José Antonio Gurriarán
FOTOGRAFÍA: Pierre Milon
MÚSICA: Alexandre Desplat
GÉNERO: Drama
PRODUCCIÓN: Agat Films, Cie
DISTRIBUIDORA EN ESPAÑA: Golem Distribución
DURACIÓN: 134 minutos
SINOPSIS:
París, 1981, un joven marsellés de origen armenio llamado Aram hace volar el coche del embajador de Turquía en París. Gilles Tessier, que pasaba en ese momento en bicicleta, queda gravemente herido.Aram huye y se une al Ejército de Liberación de Armenia en Beirut, hogar de la revolución armenia en esa época.
Anouch, la madre de Aram, visita a Gilles en el hospital para pedirle perdón y él exige conocer a su verdugo. Una vez recuperado, va a Marsella en busca de venganza, pero la familia de Aram le da la bienvenida y acaba quedándose con ellos.
Aram no está de acuerdo con sus compañeros en Beirut y decide conocer a Gilles, que acabará convirtiéndose en su portavoz.
( Fuente sinopsis, cartel e imágenes: Golem Distribución )
( Fuentes información de la película: Filmaffinity, IMDb )
José Antonio Alarcón en Séptimo Escenario
ENTREVISTA CON EL DIRECTOR:
La película se centra en el genocidio armenio y sus consecuencias. Explora temas directamente relacionados con su origen y su historia personal. Sin embargo, llega bastante tarde en su filmografía, ¿ por qué ?
Por dos razones. La primera es que, durante mucho tiempo, mis preocupaciones eran lo que suele llamarse "internacionalistas". Como comunista e internacionalista, las cuestiones de identidad eran totalmente secundarias. Importantes, sí, pero secundarias. La segunda, y tiene que ver con la primera, es que el tema de la identidad se ha vuelto muy importante desde los años noventa, quizá el tema más importante, hasta convertirse en el núcleo de numerosos debates políticos en Francia. En consecuencia, aunque el tema no preocupaba en absoluto a la izquierda, de pronto fue de gran importancia encararlo sin dilaciones. Y eso mismo he hecho, empezando con mi propia identidad.
Me sentí obligado, pero obligado en el sentido que da el francés a la expresión "Je suis votre obligé" (Estoy a su disposición). En cierto modo, estoy a la disposición de todos los armenios del mundo, me debo a ellos, ya que me apellido Guédiguian y, me guste o no, soy el embajador de su causa. Con esta película, cumplo con mi responsabilidad.
Si fuese palestino o kurdo, hablaría del problema palestino o kurdo. Pero soy de ascendencia armenia y presento el problema armenio.
¿ Por qué se habla tan poco de estos acontecimientos y por qué se llega incluso a negarlos ?
En parte se puede explicar porque se trata del primer genocidio. No debemos olvidar que la palabra "genocidio" no existía cuando ocurrió. Se hablaba de exterminio antes de que apareciera la noción de "crímenes contra la humanidad" al final de la Primera Guerra Mundial.
El término "genocidio" fue creado por Raphael Lemkin inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Siendo aún un joven abogado en prácticas, estuvo presente durante el juicio a Soghomon Tehlirian, el hombre que en 1921 asesinó Talat Pashá en Berlín. Pasha fue uno de los responsables del genocidio y se habla de él en la película. Al igual que muchos otros de su generación, como Jaurès o Gramsci, el abogado Lemkin reflexionó detenidamente acerca de lo ocurrido.
Ahora bien, todos los genocidios, y este no es una excepción, comparten las mismas características: hace falta deportar a muchas personas; por lo tanto, hay que reunirlas, exiliarlas, llevarlas a campos de concentración y deben encontrarse formas de matarlas...
Pero cada genocidio tiene rasgos propios. En el caso del genocidio armenio, es la negación de dicho genocidio. La negación por parte de un Estado, Turquía, que hace uso de todas las armas a su disposición, económicas, mediáticas, diplomáticas, comerciales y legales. El país ha invertido una enorme cantidad de dinero en los últimos cien años con el fin de negar deliberadamente el genocidio de forma organizada y perfectamente orquestada.
Ha escogido explorar el tema a través de la ficción. ¿ Un documental no habría sido más adecuado ?
Ya se ha realizado un buen número de documentales en francés, y sobre todo en alemán, ya que gran parte de los documentos están en Alemania, que fue un aliado del Imperio Otomano. Algunos de estos trabajos están muy bien hechos y muy bien documentados.
Decidí usar la ficción porque, a pesar de haber producido varios documentales, nunca he dirigido ninguno. No es un formato con el que me siento cómodo. Pero lo más importante es que la ficción permite universalizar las ideas y su impacto. El efecto de una buena ficción es un millón de veces más fuerte. Desde luego, el documental es más preciso histórica y teóricamente. Una película de ficción no puede tomarse la libertad de serlo tanto porque debe ser concreta. Pero la mayor cualidad de la ficción es la personalización: se pueden crear personajes que el espectador jamás olvidará.
¿ Cómo se habla de genocidio en el cine ? ¿ Cómo enfocó la escritura del guión y qué le empujó a escoger ciertas cosas y a descartar otras en el relato ?
Durante mucho tiempo, desde Le voyage en Arménie (Viaje a Armenia), que rodé hace casi diez años, me dije que el centenario se aproximaba y que debía hacer una película en torno a ese momento histórico. Pero no conseguía ver cómo hacerla. Contar la historia del genocidio no me interesaba mucho. Quería contar cien años de historia, es decir, hablar del genocidio y del efecto que ha tenido en varias generaciones. Quería contar la historia de la memoria de este genocidio y, más aún, la historia de la memoria de esta historia. Y todo a través de personajes.
Entonces, un buen día conocí a José Gurriarán. Fue durante una feria del libro. Le vi cruzando el escenario con dos bastones y un calzado especial, muy pesado. Presentaba un libro, La bomba, que cuenta una historia alucinante, la suya. Es la historia de un joven periodista que en 1981 fue víctima en Madrid de un atentado perpetrado por el Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia, el ASALA. Sobrevivió, pero quedó medio paralítico. Él no sabía nada del tema armenio y para superar su situación, intentó entenderlo. Empezó a documentarse acerca del genocidio y de su negación. Leyó, investigó, se hizo con documentos. Al final del proceso, estaba convencido de que la causa armenia era justa y decidió conocer a los hombres que habían puesto la bomba. Después de muchos intentos fallidos - todos temían ser manipulados por los servicios secretos turcos o la Interpol -, recibió una llamada citándole en Beirut tal día a tal hora. Acudió acompañado por un fotógrafo y pasó el día hablando con dos representantes de alto rango del ASALA, que acabaron por llevarle al valle de la Becá, donde conoció a los responsables del atentado.
La experiencia fue decisiva, cambió su vida.
Sin embargo, la experiencia vivida por José Gurriarán no es más que el punto de partida. Para contar la historia del genocidio y sus consecuencias, la película también trata de la familia, de la diáspora, de una cultura desarraigada en el transcurso de un siglo.
CRÍTICA:
Robert Guédiguian dirige esta historia dramática basada en la historia del periodista José Antonio Gurriarán, que sufrió el daño colateral de un conflicto bélico, y que comienza de manera excelente con un prólogo de más de 15 minutos rodado en blanco y negro, y que tiene sentido para comprender el resto de la historia. El conflicto entre Turquía y Armenia de 1920 es lo que desencadenó lo que vemos en esa escena inicial, que se desarrolla un año después del final de ese combate territorial. Posteriormente la cinta se traslada 60 años para contarnos de manera paralela tres historias con una relación entre los personajes, la vida de una familia de origen armenio, el matrimonio Alexandrian, que vive en Marsella, la lucha en Beirut del Ejército de Liberación de Armenia entre los que forma parte Aram, el hijo del matrimonio marsellés, y un joven parisino que se quedó parapléjico por un atentado de los armenios en la embajada turca en la capital francesa ( este personaje está basado en el del periodista José Antonio Gurriarán, que sufrió lo mismo que este joven francés ).
La historia tiene un trasfondo dramático que funciona muy bien en algunas escenas aisladas, pero tiene varios problemas achachables principalmente al montaje, ya que tiene momentos de falta de ritmo con situaciones intrascendentes y lo que podría ser lo más interesante no termina de estar bien desarrollado y se va diluyendo en la parte final. Me gusta más el cine social del director marsellés, que mezcla el drama y la comedia de manera bastante acertada, y no tanto cuando quiere contar historias más profundas y con una elevada carga dramática.
La película tiene cosas destacables, comenzando por esos minutos iniciales de suspense en Berlín con mucha tensión, con juicio incluido, basados en el asesinato real en Marzo de 1921 de Mejmet Talat Pachá, miembro y Ministro del Interior del triunvirato de los “ Jóvenes Turcos ” que controlaba el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, y sobre todo la interpretación de Ariane Ascaride, la mujer de Guédiguian en la vida real y la protagonista de gran parte de su filmografía. La actriz francesa está infravalorada por la crítica, pese a que cada vez que aparece en una película cumple con personajes muy diferentes, y es muy versátil haciéndolo muy bien en las comedias y los dramas. La película se estrenó en España en la 60ª edición de la Seminci, meses después de su paso por Cannes, y se fue de vacío del palmarés del festival de Valladolid. Posteriormente fue ignorada por los académicos franceses, pese a tener un buen diseño de producción y la actuación de Ascaride que hubieran merecido estar nominados a los César 2016.
El final de la película es muy interesante lo mismo que la escena inicial, pero el principal problema es que lo que más me interesa es conocer la planificación de las acciones terroristas por parte del Ejército de liberación de Armenia y ese asunto se va diluyendo en la segunda mitad, para centrarse en el drama personal de Gilles y su relación con la familia Alexandrian, sobre todo con Anouch. Aunque está basada en una historia real no me creo el comportamiento del joven parisino que es víctima colateral de un atentado terrorista, ni el sentimiento de culpa de la mujer cuyo hijo forma parte de ese grupo armado.
Hay un gran trabajo de recreación de las diferentes épocas, sin embargo la banda sonora compuesta por Alexandre Desplat es bastante monótona y es uno de los peores trabajos del maestro francés. El resto del reparto están correctos y en el caso de Grégoire Leprince-Ringuet desaprovecha su personaje, el del minusválido Gilles Teissier, que es un caramelo ideal para emocionar al espectador, lo que en mi caso no sucedió.
Si analizamos el conflicto central no me parecen bien los atentados de los armenios ni tampoco el llamado genocidio armenio. La lucha por un territorio ha provocado mucho sufrimiento y víctimas inocentes, y en este caso las matanzas de los civiles armenios fue una masacre que no se debería haber producido, pero eso tampoco justifica las acciones del Ejército de liberación de Armenia décadas después.
Recomendable a los que disfrutan con los dramas históricos, para conocer un asunto sangriento y sus consecuencias durante más de 50 años en esa región del planeta.
La historia tiene un trasfondo dramático que funciona muy bien en algunas escenas aisladas, pero tiene varios problemas achachables principalmente al montaje, ya que tiene momentos de falta de ritmo con situaciones intrascendentes y lo que podría ser lo más interesante no termina de estar bien desarrollado y se va diluyendo en la parte final. Me gusta más el cine social del director marsellés, que mezcla el drama y la comedia de manera bastante acertada, y no tanto cuando quiere contar historias más profundas y con una elevada carga dramática.
La película tiene cosas destacables, comenzando por esos minutos iniciales de suspense en Berlín con mucha tensión, con juicio incluido, basados en el asesinato real en Marzo de 1921 de Mejmet Talat Pachá, miembro y Ministro del Interior del triunvirato de los “ Jóvenes Turcos ” que controlaba el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, y sobre todo la interpretación de Ariane Ascaride, la mujer de Guédiguian en la vida real y la protagonista de gran parte de su filmografía. La actriz francesa está infravalorada por la crítica, pese a que cada vez que aparece en una película cumple con personajes muy diferentes, y es muy versátil haciéndolo muy bien en las comedias y los dramas. La película se estrenó en España en la 60ª edición de la Seminci, meses después de su paso por Cannes, y se fue de vacío del palmarés del festival de Valladolid. Posteriormente fue ignorada por los académicos franceses, pese a tener un buen diseño de producción y la actuación de Ascaride que hubieran merecido estar nominados a los César 2016.
El final de la película es muy interesante lo mismo que la escena inicial, pero el principal problema es que lo que más me interesa es conocer la planificación de las acciones terroristas por parte del Ejército de liberación de Armenia y ese asunto se va diluyendo en la segunda mitad, para centrarse en el drama personal de Gilles y su relación con la familia Alexandrian, sobre todo con Anouch. Aunque está basada en una historia real no me creo el comportamiento del joven parisino que es víctima colateral de un atentado terrorista, ni el sentimiento de culpa de la mujer cuyo hijo forma parte de ese grupo armado.
Si analizamos el conflicto central no me parecen bien los atentados de los armenios ni tampoco el llamado genocidio armenio. La lucha por un territorio ha provocado mucho sufrimiento y víctimas inocentes, y en este caso las matanzas de los civiles armenios fue una masacre que no se debería haber producido, pero eso tampoco justifica las acciones del Ejército de liberación de Armenia décadas después.
Recomendable a los que disfrutan con los dramas históricos, para conocer un asunto sangriento y sus consecuencias durante más de 50 años en esa región del planeta.
LO MEJOR: La actuación de Ariana Ascaride.
LO PEOR: El montaje.
CRÍTICAS EN BLOGS ESPECIALIZADOS:
José Antonio Alarcón en Séptimo Escenario
ENTREVISTA CON EL DIRECTOR:
La película se centra en el genocidio armenio y sus consecuencias. Explora temas directamente relacionados con su origen y su historia personal. Sin embargo, llega bastante tarde en su filmografía, ¿ por qué ?
Por dos razones. La primera es que, durante mucho tiempo, mis preocupaciones eran lo que suele llamarse "internacionalistas". Como comunista e internacionalista, las cuestiones de identidad eran totalmente secundarias. Importantes, sí, pero secundarias. La segunda, y tiene que ver con la primera, es que el tema de la identidad se ha vuelto muy importante desde los años noventa, quizá el tema más importante, hasta convertirse en el núcleo de numerosos debates políticos en Francia. En consecuencia, aunque el tema no preocupaba en absoluto a la izquierda, de pronto fue de gran importancia encararlo sin dilaciones. Y eso mismo he hecho, empezando con mi propia identidad.
Me sentí obligado, pero obligado en el sentido que da el francés a la expresión "Je suis votre obligé" (Estoy a su disposición). En cierto modo, estoy a la disposición de todos los armenios del mundo, me debo a ellos, ya que me apellido Guédiguian y, me guste o no, soy el embajador de su causa. Con esta película, cumplo con mi responsabilidad.
Si fuese palestino o kurdo, hablaría del problema palestino o kurdo. Pero soy de ascendencia armenia y presento el problema armenio.
¿ Por qué se habla tan poco de estos acontecimientos y por qué se llega incluso a negarlos ?
En parte se puede explicar porque se trata del primer genocidio. No debemos olvidar que la palabra "genocidio" no existía cuando ocurrió. Se hablaba de exterminio antes de que apareciera la noción de "crímenes contra la humanidad" al final de la Primera Guerra Mundial.
El término "genocidio" fue creado por Raphael Lemkin inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Siendo aún un joven abogado en prácticas, estuvo presente durante el juicio a Soghomon Tehlirian, el hombre que en 1921 asesinó Talat Pashá en Berlín. Pasha fue uno de los responsables del genocidio y se habla de él en la película. Al igual que muchos otros de su generación, como Jaurès o Gramsci, el abogado Lemkin reflexionó detenidamente acerca de lo ocurrido.
Ahora bien, todos los genocidios, y este no es una excepción, comparten las mismas características: hace falta deportar a muchas personas; por lo tanto, hay que reunirlas, exiliarlas, llevarlas a campos de concentración y deben encontrarse formas de matarlas...
Pero cada genocidio tiene rasgos propios. En el caso del genocidio armenio, es la negación de dicho genocidio. La negación por parte de un Estado, Turquía, que hace uso de todas las armas a su disposición, económicas, mediáticas, diplomáticas, comerciales y legales. El país ha invertido una enorme cantidad de dinero en los últimos cien años con el fin de negar deliberadamente el genocidio de forma organizada y perfectamente orquestada.
Ha escogido explorar el tema a través de la ficción. ¿ Un documental no habría sido más adecuado ?
Ya se ha realizado un buen número de documentales en francés, y sobre todo en alemán, ya que gran parte de los documentos están en Alemania, que fue un aliado del Imperio Otomano. Algunos de estos trabajos están muy bien hechos y muy bien documentados.
Decidí usar la ficción porque, a pesar de haber producido varios documentales, nunca he dirigido ninguno. No es un formato con el que me siento cómodo. Pero lo más importante es que la ficción permite universalizar las ideas y su impacto. El efecto de una buena ficción es un millón de veces más fuerte. Desde luego, el documental es más preciso histórica y teóricamente. Una película de ficción no puede tomarse la libertad de serlo tanto porque debe ser concreta. Pero la mayor cualidad de la ficción es la personalización: se pueden crear personajes que el espectador jamás olvidará.
Durante mucho tiempo, desde Le voyage en Arménie (Viaje a Armenia), que rodé hace casi diez años, me dije que el centenario se aproximaba y que debía hacer una película en torno a ese momento histórico. Pero no conseguía ver cómo hacerla. Contar la historia del genocidio no me interesaba mucho. Quería contar cien años de historia, es decir, hablar del genocidio y del efecto que ha tenido en varias generaciones. Quería contar la historia de la memoria de este genocidio y, más aún, la historia de la memoria de esta historia. Y todo a través de personajes.
Entonces, un buen día conocí a José Gurriarán. Fue durante una feria del libro. Le vi cruzando el escenario con dos bastones y un calzado especial, muy pesado. Presentaba un libro, La bomba, que cuenta una historia alucinante, la suya. Es la historia de un joven periodista que en 1981 fue víctima en Madrid de un atentado perpetrado por el Ejército Secreto Armenio para la Liberación de Armenia, el ASALA. Sobrevivió, pero quedó medio paralítico. Él no sabía nada del tema armenio y para superar su situación, intentó entenderlo. Empezó a documentarse acerca del genocidio y de su negación. Leyó, investigó, se hizo con documentos. Al final del proceso, estaba convencido de que la causa armenia era justa y decidió conocer a los hombres que habían puesto la bomba. Después de muchos intentos fallidos - todos temían ser manipulados por los servicios secretos turcos o la Interpol -, recibió una llamada citándole en Beirut tal día a tal hora. Acudió acompañado por un fotógrafo y pasó el día hablando con dos representantes de alto rango del ASALA, que acabaron por llevarle al valle de la Becá, donde conoció a los responsables del atentado.
Así es. José Gurriarán ha escrito dos libros sobre el tema, La bomba y, más tarde, Armenios; El genocidio olvidado, el único libro publicado en España en torno al genocidio. Hoy día encabeza el movimiento para que España reconozca el genocidio armenio, ya que el gobierno sigue ignorándolo. Cada mes de Abril dedica gran parte de su tiempo a dar conferencias al respecto.
Por cierto, el principal fundador del ASALA acaba de escribir el prólogo a la segunda edición. Es una historia maravillosa. Y no se trata de un caso de síndrome de Estocolmo, sino de alguien que quiso entender antes de juzgar. Su historia fue clave para mi película, me ofreció el resquicio por donde meterme para ver cien años de historia. En cierto modo, me ofreció el punto de vista de un espectador, de alguien que, en principio, no sabe nada de la situación.Sí. Una vez que tuve el punto de partida, pensé que no era bastante. Necesitaba una idea que me ofreciera una dimensión más trágica, más universal que una simple crónica. Tuve la idea de una madre que empuja a su hijo a tomar las armas. Es una madre muy armenia, pero cuando ve el resultado del atentado de su hijo y la injustica cometida hacia un inocente, hace todo lo posible para ayudar a la víctima y para salvar a su hijo, hasta el punto de hacerle ver las consecuencias directamente y, por lo tanto, conocer a su víctima. Consigue que los dos se encuentren, pero por un acontecimiento trágico, la víctima se convierte en una especie de nuevo hijo. Cuando se me ocurrió eso, solo me quedó ponerme a escribir.
Pero habría sido imposible no incluir ciertos hechos del genocidio. En vez de hacer que uno de los personajes hable de eso o de recurrir a imágenes de archivo, decidió usar un prólogo muy original.
No puede filmarse un genocidio. No veo cómo rodar destripamientos, decapitaciones, gente quemada viva, sin que se convierta en un espectáculo. A menos, claro está, que se acepte la paradoja de rodar todo esto de tal forma que nadie pueda soportar verlo, como hizo Pasolini en Saló o los 120 días de Sodoma. Para hablar del genocidio desde un punto de vista histórico, recurrí a un prólogo bastante largo. La palabra me pareció una buena forma de contar los acontecimientos. Decidí empezar la película con el emblemático juicio a Soghomon Tehlirian, el asesino de Talat Pashá, celebrado en Berlín, que acabó absuelto a pesar de haber confesado la autoría del crimen. En contra de toda posibilidad, creo que el jurado reconoció maravillosamente el genocidio al contestar negativamente a la siguiente pregunta del juez: "¿Es Soghomon Tehlirian culpable de asesinar a Talat Pashá?"
En el sentido más estricto de la palabra, el jurado miente. La respuesta debía ser afirmativa, ya que Thelirian había reconocido que fue un asesinato premeditado. Además, dijo que había sentido "cómo la felicidad invadía su corazón". Pienso que el jurado quiso decir que era culpable, pero que no era el responsable de la muerte de Talat Pashá; este era responsable de su propia muerte. A pesar de la súplica del juez, el jurado no cambió de opinión.
Escogí este prólogo como punto de partida del genocidio. También me permitía examinar la cuestión de la venganza.
Exacto. El atentado que describe, un acto clave en la película, es en realidad la continuación del asesinato de Talat Pashá. Digo esto - porque en los ochenta, el ASALA ya no atacaba a los responsables del genocidio, lógicamente, pero sí se metía con los que seguían negándolo. Su objetivo, según lo que ellos decían, era despertar la memoria de los países de Occidente. ¿ Cree que han servido a la causa armenia a pesar de las víctimas que han dejado atrás ?
No puede filmarse un genocidio. No veo cómo rodar destripamientos, decapitaciones, gente quemada viva, sin que se convierta en un espectáculo. A menos, claro está, que se acepte la paradoja de rodar todo esto de tal forma que nadie pueda soportar verlo, como hizo Pasolini en Saló o los 120 días de Sodoma. Para hablar del genocidio desde un punto de vista histórico, recurrí a un prólogo bastante largo. La palabra me pareció una buena forma de contar los acontecimientos. Decidí empezar la película con el emblemático juicio a Soghomon Tehlirian, el asesino de Talat Pashá, celebrado en Berlín, que acabó absuelto a pesar de haber confesado la autoría del crimen. En contra de toda posibilidad, creo que el jurado reconoció maravillosamente el genocidio al contestar negativamente a la siguiente pregunta del juez: "¿Es Soghomon Tehlirian culpable de asesinar a Talat Pashá?"
En el sentido más estricto de la palabra, el jurado miente. La respuesta debía ser afirmativa, ya que Thelirian había reconocido que fue un asesinato premeditado. Además, dijo que había sentido "cómo la felicidad invadía su corazón". Pienso que el jurado quiso decir que era culpable, pero que no era el responsable de la muerte de Talat Pashá; este era responsable de su propia muerte. A pesar de la súplica del juez, el jurado no cambió de opinión.
Escogí este prólogo como punto de partida del genocidio. También me permitía examinar la cuestión de la venganza.
No me cabe la menor duda. Hoy en día no queda más remedio que aceptar, pensemos lo que pensemos de dichos atentados y de su legitimidad, que no habríamos llegado hasta aquí sin ellos. Han despertado, dinamizado y reunido a los armenios en todo el mundo que, como pensaban los jóvenes que estuvieron en el origen de esos atentados, se habían adormecido y se conformaban con las conmemoraciones habituales. De hecho, es lo que le reprocha el hijo al padre en la película: " Hablamos un poco en armenio, comemos pasturma, el 24 de abril vamos a iglesia y punto ". Ningún armenio estaba a favor de los atentados, pero tampoco estaban en contra. Era un poco "no estamos de acuerdo, pero..." Una actitud algo esquizofrénica.
Tanto en su película Le voyage en Arménie, que ya abordaba el tema, como en esta última, parece que hay un salto en la memoria. La joven generación actual está más preocupada por reapropiarse de la historia de Armenia que las anteriores, ¿ es así ?
Ocurre con los armenios, pero me parece una regla general en cualquier inmigración. Los primeros en llegar solo se preocupan por sobrevivir. Hay que encontrar trabajo, aprender el idioma, tener hijos y hacerlo todo para que esos niños se integren. Algunos inmigrantes de la primera generación dejan de hablar su idioma, de decir de dónde vienen. Pero la segunda generación se siente más libre, empieza a interrogarse y a hacer preguntas. Quiere saber de dónde viene. Es ahí donde, a menudo, vuelven a aparecer los fantasmas, los espectros. Los miembros de la segunda y tercera generación empiezan a reivindicar su identidad. Incluso ocurre más tratándose de una inmigración ligada a la muerte y, en este caso, al exterminio.Tanto en su película Le voyage en Arménie, que ya abordaba el tema, como en esta última, parece que hay un salto en la memoria. La joven generación actual está más preocupada por reapropiarse de la historia de Armenia que las anteriores, ¿ es así ?
La frase resume lo que pienso. Soy contemporáneo del ASALA y de los atentados de los ochenta. En la época, condené las prácticas de la organización, sobre todo cuando actuaba a ciegas. Es más, no creo que un solo armenio en todo el mundo esté de acuerdo con el atentado de Orly en 1983. Pero tampoco estaba de acuerdo con los atentados del FLN en los cafés de Argelia en los años sesenta, de los que se hablaba mucho en el colegio en la época. Toqué el tema con L'armée du crime. Imaginé una escena en la que los partisanos no tiran una granada en un burdel donde trabajan jóvenes francesas porque no quieren matarlas. Tampoco digo que esté en contra de cualquier lucha armada; en algunas situaciones es necesaria. Sobre todo cuando no hay ningún otro medio, tal como ocurrió durante la ocupación alemana de Francia. Pero los atentados del ASALA no son tan justificables porque las víctimas no eran responsables del genocidio, lo eran sus padres y sus abuelos por apoyar a un Estado fascista que encarcelaba y mataba en su propio país.
Los decorados naturales son muy importantes. Aportan mucha veracidad a la película, por ejemplo, a las escenas rodadas en Beirut.
Rodé en Marsella, en Armenia y en Beirut. Creo que es importante rodar en decorados auténticos. La imagen no es igual. Rodamos en Beirut, y los actores son libaneses. No me planteé una reconstitución. No solo me interesaba el lugar, sino también los diferentes idiomas, la luz, la morfología de la ciudad. En un caso como este, es fácil caer en la trampa y rodar los decorados antes que la narración porque entran muchas ganas de filmarlo todo. Pero me aguanté. Hay que estar vigilante y atenerse a un solo principio: el relato debe permanecer en primer término. En Beirut también me interesó mucho la relación que mantenía el ASALA con los kurdos y los palestinos. En los años ochenta, la ciudad se había convertido en el hogar principal de la revolución mundial. Cualquier persona de izquierdas o de la extrema izquierda que empuñara un arma estaba en Beirut. Había italianos, alemanes, el Ejército Rojo japonés, irlandeses, vascos. Me apetecía plasmarlo en la película.
Al final de la película no zanja la cuestión. Todo queda en suspense. Estamos divididos entre la gran y la pequeña historia.
El diálogo entre dos señores mayores que tiene lugar al comienzo de la película cuando empieza el juicio de Soghomon Tehlirian en Berlín, ilustra todo lo que quise decir. Puse en boca del primero una frase del escritor israelí David Grossman: "Me gusta pensar que los momentos más importantes de la Historia no tienen lugar en los campos de batalla o en los palacios, sino en las cocinas, los dormitorios o las habitaciones de los niños". Y el otro le dice: "Quizá por eso las guerras nunca acaban, solo cambian de rostro". Porque permanecen en la memoria de esas personas, de esos niños... "Por desgracia, puede que tengas razón", contesta el primero. En ese momento, una joven madre que les escucha se vuelve hacia su bebé y le dice: "No hagas caso a los viejos. Nunca más habrá guerra". Estas cuatro frases resumen la Historia de la humanidad. Al fin y al cabo, siempre necesitamos pensar que la guerra por la que acabamos de pasar será la última, que esta vez se acabó de verdad. Luego, cuando la locura de los hombres regresa de nuevo, golpeando dos, tres, cuatro, diez generaciones después, el conflicto reaparece y todo explota. Es la historia del Oriente Próximo hoy...
Quería contar cien años a través de algunos dormitorios, algunos salones, los personajes que los ocupan... para que cada uno juzgara por sí mismo.
¿ No teme que le reprochen esta idea, este humanismo que algunos tacharán de fatalismo ?
Rodé en Marsella, en Armenia y en Beirut. Creo que es importante rodar en decorados auténticos. La imagen no es igual. Rodamos en Beirut, y los actores son libaneses. No me planteé una reconstitución. No solo me interesaba el lugar, sino también los diferentes idiomas, la luz, la morfología de la ciudad. En un caso como este, es fácil caer en la trampa y rodar los decorados antes que la narración porque entran muchas ganas de filmarlo todo. Pero me aguanté. Hay que estar vigilante y atenerse a un solo principio: el relato debe permanecer en primer término. En Beirut también me interesó mucho la relación que mantenía el ASALA con los kurdos y los palestinos. En los años ochenta, la ciudad se había convertido en el hogar principal de la revolución mundial. Cualquier persona de izquierdas o de la extrema izquierda que empuñara un arma estaba en Beirut. Había italianos, alemanes, el Ejército Rojo japonés, irlandeses, vascos. Me apetecía plasmarlo en la película.
El diálogo entre dos señores mayores que tiene lugar al comienzo de la película cuando empieza el juicio de Soghomon Tehlirian en Berlín, ilustra todo lo que quise decir. Puse en boca del primero una frase del escritor israelí David Grossman: "Me gusta pensar que los momentos más importantes de la Historia no tienen lugar en los campos de batalla o en los palacios, sino en las cocinas, los dormitorios o las habitaciones de los niños". Y el otro le dice: "Quizá por eso las guerras nunca acaban, solo cambian de rostro". Porque permanecen en la memoria de esas personas, de esos niños... "Por desgracia, puede que tengas razón", contesta el primero. En ese momento, una joven madre que les escucha se vuelve hacia su bebé y le dice: "No hagas caso a los viejos. Nunca más habrá guerra". Estas cuatro frases resumen la Historia de la humanidad. Al fin y al cabo, siempre necesitamos pensar que la guerra por la que acabamos de pasar será la última, que esta vez se acabó de verdad. Luego, cuando la locura de los hombres regresa de nuevo, golpeando dos, tres, cuatro, diez generaciones después, el conflicto reaparece y todo explota. Es la historia del Oriente Próximo hoy...
Quería contar cien años a través de algunos dormitorios, algunos salones, los personajes que los ocupan... para que cada uno juzgara por sí mismo.
Puede ser, pero solo las personas que tengan una visión simplista de la historia. Además, sin acciones individuales o colectivas, sería aún peor. He enseñado la película a amigos, entre ellos tres antiguos miembros del ASALA que estuvieron encarcelados, y a todos les ha parecido justa. Pienso en la famosa frase de Macbeth: "La vida no es más que una historia contada por un idiota, llena de ruido y de ira, y que nada significa". ¿Y todo esto para - qué en el fondo? Basta con volver a examinar la historia y preguntarse qué habría pasado si no se hubiese negado el genocidio, si Mustafá Kemal Atatürk hubiese hecho regresar a los armenios. Quizá Turquía sería ahora un Estado democrático pluriétnico. Los dirigentes turcos quizá habrían olvidado el sueño absurdo de un Estado químicamente puro. Solo puedo expresarlo con una expresión popular: "Es una historia de locos". Los genocidios son una locura. Siempre se encuentran razones objetivas o seudobjetivas, pero siguen siendo locuras absolutas, con consecuencias delirantes.
No es el único. También pensé en la historia de los armenios en el siglo XX, en lo que consiguieron hacer. Me parece sorprendente, admirable y casi milagroso. Es un pueblo que fue diseminado, dispersado en múltiples diásporas, un pueblo pequeño que habría podido extinguirse. Pero sus miembros consiguieron, y para eso deben de estar locos, guardar dos cosas en principio insostenibles psicoanalíticamente hablando: Olvidar para poder sobrevivir estuviesen donde estuviesen y seguir siendo fieles a sí mismos. Olvidar del todo y conservar toda su memoria. No parece posible, pero lo hicieron. En los lugares donde se instalaban, los armenios se integraban de maravilla. Que yo sepa, nunca sufrieron actos racistas en ningún país. Sin desarrollar sentimientos ni comportamientos comunitarios, siguieron fieles a su Historia y a su cultura. Cualquier armenio que se respeta habla un poco el idioma, conoce la música armenia, cocina a la armenia y va a la iglesia armenia, aunque no sea creyente, porque es el lugar donde se desarrolla la actividad religiosa y cultural.
Creo que se debe seguir con el asedio diplomático. En otras palabras, la presión
¿ Qué espera que el espectador conserve de la película ?
Que se emocione. " Emoción ", etimológicamente significa "poner en movimiento". Me gustaría que gracias a la emoción, el espectador entendiera mejor esta historia y, pero eso ya es el colmo de la ambición, que entendiera mejor la Historia en sí.
En el fondo es muy sencillo. Quisiera que el espectador, al acabar la proyección, estuviera más emocionado y fuera más inteligente que al entrar en el cine. Pero es el deseo de cualquier cineasta, ¿ no es así?
( Fuente: Golem Distribución )
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